Por José Odisio
Martín Mackey fue eje de la campaña del Movimiento Rojinegro Querido. Su proyecto para transformar a los futbolistas leprosos en deportistas de alta competencia pegó fuerte, en especial porque en los últimos años la preparación física y la vida fuera de la cancha de los jugadores fue casi tan comentada como lo que sucedió adentro.
Pero Mackey y la dirigencia entendieron que meterse de lleno en el plantel de Primera era un riesgo. Cambiar de golpe la forma de entrenar y vivir de jugadores acostumbrados a otra cosa podía encontrar resistencia y ser un primer revés en un proyecto que es tan ambicioso como posiblemente efectivo.
¿Y entonces? La idea surgió en algunas charlas y todos estuvieron de acuerdo. Más allá de trabajar en inferiores, Mackey pondrá mano en los jugadores de reserva y varios juveniles que ya tienen experiencia en Primera. Durante un año el hombre que se hizo famoso por su trabajo en Duendes y Los Pumas, buscará aplicar su método en una especie de selectivo de juveniles con proyección de Primera y ahí se verá si es posible hacer con los futbolistas lo que ya quedó demostrado tener éxito con rugbiers, y también en jugadores alemanes, que están en otro estandar de disciplina.
Si Mackey logra su cometido, tendrá un éxito doble. Primero, logrará proyectar a Primera a un grupo de juveniles que futbolísticamente ya demostraron tener capacidad y así se podrá evitar una búsqueda de refuerzos que siempre es traumática y lo que es peor, la mayoría de las veces no es exitosa. Y en segundo lugar, el director deportivo podrá convencer a los jugadores más experimentados que su trabajo tiene réditos y así aplicar su plan al plantel mayor. Una tarea ambiciosa, pero que vale la pena intentar.