Llegó el día. El día de todos. De una ciudad que respira fútbol. Quizás de la ciudad más pasional de todas. Porque acá se nace de azul y amarillo o de rojo y negro. Y hoy, más allá de que pueda haber una sola hinchada en la cancha, un millón de rosarinos estarán pendientes de lo que pase durante 90 minutos. Como hace menos de dos meses en el Parque Independencia, hoy la fiesta se muda al Gigante de Arroyito. Hoy en la ciudad sólo se habla de Central-Newell’s.

No podía ser mejor el día. Sol a pleno, temperatura en ascenso y expectativa en crecimiento. A las 15.10 Diego Abal dará el pitazo inicial y allí se acabarán las palabras, las predicciones y los nervios serán los protagonistas de cada bando.

Desde temprano la escenografía del barrio de Arroyito es otra. Calles cortadas, un riguroso operativo policial y de tránsito en marcha, hinchas ya en las adyacencias del Gigante y mucha pasión por las calles. Hoy todos de azul y amarillo, como lo fue hace un puñado de días todos de rojo y negro en el Parque.

Pero no sólo allí se vive el clásico. En cada rincón de la ciudad ya se palpita. En las calles se ven camisetas de uno y otro equipo. Las de la ‘pipa’ y las de las ‘tres tiras’. Las viejas y algunas más nuevas. Ellos las lucen orgullosos. Hoy se come más temprano. Muchos rituales como el asadito se adelantan. Es que a las 15.10 los 40.000 que entrarán en el Gigante estarán como privilegiados espectadores en primera persona; el resto lo disfrutará por la tele o por la radio. Otro lo seguirán por internet, y muchos, por los nervios, quizás se duerman una siesta y se levantan preguntando: “¿Cómo salimos?”.

Serán 90 minutos de adrenalina y pasión. Haya un ganador o no, lo único que esperamos es que sea en paz, que todo transcurra desde la emoción y sin violencia. Es sólo un juego. El clásico es nuestro. Cuidémoslo.