Por Fabrizio Turturici

El clásico rosarino los dejó mal parados. Y es que el empate de 1 a 1 en el Gigante de Arroyito significa casi una derrota para ambos: para Central, porque hace cuatro partidos que no gana en Superliga; para Newell’s, porque sigue sin festejar de visitante y porque todavía no se puede sacar la espina contra su eterno rival. Ambos perdieron la oportunidad de hundirlo al otro en el descenso y de aplicarse lo que hubiera sido una buena y necesaria inyección anímica para el futuro, en esta lucha descarnada por el descenso.

El arranque del partido estuvo marcado por las imprecisiones, con dos equipos esbozando ideas pero con demasiado temor para llevarlas a cabo, y por los parates del árbitro, ya que se contabilizó poco tiempo neto de juego en ese lapso. El local quiso imponer autoridad pero apenas tuvo protagonismo en el partido, mientras que la visita se las ingenió para hacerse peligroso sin la posesión de la pelota.

El plan canalla fue buscar con envíos largos a sus dos delanteros, que trabajaron para obligar y desgastar a sus marcadores. Esto funcionó durante los primeros minutos, pero se hizo insostenible en el tiempo y terminó perdiendo más de la cuenta. Es que abusaba de pelotazos y carecía de juego asociado entre la zona de sus volantes, que prácticamente no existieron durante el desarrollo del primer tiempo.

Así como el mediocampo auriazul no tenía generación futbolística, tampoco tenía contención. A la hora de volver, se repetía el problema de siempre: el doble cinco jugando adelantado y en línea, le tomaba la patente a sus rivales que, con gran libertad a sus espaldas, tuvieron la chance de abrir el marcador. Un equipo largo donde quedaba expuesta la defensa, y sobre todo el inexperto Miguel Barbieri.

El conjunto rojinegro, por su lado, tuvo un planteo inteligente, ralentizando el ritmo desde el inicio para bajar las pulsaciones, modificando con volatilidad su esquema y aprovechando los enormes espacios en tres cuartos de cancha para poner en riesgo el arco rival. La subida de los laterales, el funcionamiento de sus internos y algunas apariciones de Maxi Rodríguez fueron las cartas ofensivas de mayor calibre en busca de la victoria.

Aunque Newell’s quedó pocas veces mal parado, ya que demostraba una última línea ordenado y un tapón como Julián Fernández haciendo los relevos, se vio complicado en la segunda pelota, ya que no siempre sus zagueros podían contrarrestar el fuego aéreo canalla. Cuando esta situación ocurría, lo encaraban con campo para recorrer, pero el correcto retroceso desactivaba las alarmas.

El elenco de Arroyito salió a jugar la segunda parte con otra actitud, haciendo sentir la localía, y también corrigiendo las falencias del fondo, ya que Fabián Rinaudo empezaba a ubicarse mejor para recibir la jugada de frente. Las chances concretas de gol -tanto en arco propio como ajeno- seguían siendo escasas, pero las emociones llegaron todas juntas: Cristian Lema abrió la cuenta desde un córner con la cabeza y Claudio Riaño la empujó para el empate inmediato.

Después del 1 a 1, todos los papeles se quemaron y el partido se tornó un peligroso ida y vuelta en el que cualquiera podía ganarlo. Los cambios puesto por puesto de los entrenadores no cambiaron las cosas, el nerviosismo se hizo figura y el árbitro Andrés Merlos terminó pitando el final de un empate con sabor a nada. Los canallas no pueden volver a la senda triunfal en Superliga y los leprosos solo festejan en su casa, algo que suena poco cuando se trata de luchar por la permanencia.