Por Paulo Viglierchio

45 minutos le bastaron a la visita para evidenciar y profundizar dificultades de Central de todo tipo. Antes todo se maquillaba con el buen desempeño de la fase ofensiva, ahora que esta última también comenzó a flaquear, las fragilidades se exhiben en las dos partes del juego. Una endeblez alarmante para realizar cualquier acción, a lo largo y ancho de la cancha.

Claramente es fácil percibir que el equipo de González esta mal preparado, física, anímica y tácticamente. El primer ítem se refleja a partir de los segundos tiempos, donde las piernas no responden y los espacios a cubrir se hacen larguísimos, ya sea para retroceder u ocupar una posición, eso conlleva a facilidades extraordinarias para los rivales, que solo necesitan de la efectividad de sus atacantes para vulnerar tan débil resistencia. En este fútbol moderno donde la intensidad y la dinámica son el status quo imperante, dar ventaja en este aspecto es determinante.

¿El factor anímico? También en el debe, el conjunto canalla se derrumba ante el primer golpe, no tiene capacidad de reacción ni respuestas de ningún tipo. Nadie se hace cargo del momento, alza la voz y transmite serenidad a sus compañeros, todo es un desconcierto colectivo que deriva lógicamente en errores garrafales. Y como suele pasar, cada fallo en Primera División se paga, con goles y puntos. Mandíbula frágil.

Y que decir que no se haya dicho de lo táctico. La sabiduría del técnico en ese aspecto se pone en juego en cada partido, y siempre el resultado es el mismo, un aplazo gigante. Si a las dos características antes mencionadas se le agrega esto, el combo es fatal. Nula ideas sobre que hacer, como pararse en cancha. Equipo corto, en bloque, inteligente, conceptos que escasean en el mundo Central. Imposible así.

Además de esto (fallas en los tres aristas esenciales del juego), se agregan rendimientos individuales muy bajos, llamativamente por debajo de lo esperado en algunos casos. Damián Martínez, Lautaro Blanco, Gino Infantino, Walter Montoya, Emiliano Vecchio y Lucas Gamba, por ponerle nombres propios a la cuestión. La mitad del equipo, es mucho. La bronca y desazón del hincha tiene mayor respaldo en este momento porque entiende que Central, a diferencia de otros mercados de pases, se reforzó bien. Lamentablemente, así se ve en la cancha, parece que todo se reduce a apellidos.

Al Canalla lo sostuvo muchas veces el aporte de Vecchio y Ruben. Hoy claramente el 10 no está en su plenitud, y el equipo lo siente, cada vez trasciende menos en el juego. El 9 tiene pocas chances, aun así se la rebusca para generar algo. De todas formas, esto es producto de atropellos esporádicos.

Sin funcionamiento, sin ideas, sin físico, sin alma. No se puede competir con esa falta de atributos primordiales en un conjunto de fútbol. Preocupa lo de Central. En una semana vendrá el Clásico ante su máximo rival, el partido de la ciudad. ¿Cómo mejorar en una semana lo arrastrado desde los cimientos? ¿Es posible? Las respuestas son obvias. Un resultado no debería modificar la sentencia final sobre un proceso, sobre todo cuando viene mal calibrado de arranque. La verdadera cuestión acá es: ¿se llegó al fondo del pozo, o queda más?