Más allá de la bandera pidiendo un “clásico en paz”, todo se desmadró en el Coloso Marcelo Bielsa tras la victoria de Central sobre Newell’s por 3-1, con goles de Carrizo, Ruben y Herrera, mientras Formica había descontado para una efímera ilusión rojinegra.

En esta oportunidad, los veintidós protagonistas no dieron el ejemplo, con varios encontronazos violentos dentro del campo de juego. No obstante, peor se portaron los empleados del club al no inflar la manga, dejando a los jugadores canallas expuestos a la tribuna.

Como si fuera poco, la policía tuvo inconvenientes con los hinchas leprosos. La postal final fue desoladora: Federico Beligoy lo terminó antes de tiempo por agresión al árbitro asistente y el estadio terminó con varias butacas destrozadas.

Otro gesto lamentable del fútbol argentino en general y rosarino en particular. Mucho más si se tienen en cuenta todas las actividades realizadas durante la semana previa en busca de la no violencia.

“Por un clásico en paz, que los colores no nos dividan”, era el mensaje antes del pitazo inicial. Noventa minutos después de eso, la situación se puso patas para arriba. ¿Hasta cuándo?