«El triunfo nos sirve para encarar con mejor ánimo lo que viene». Lucas Bernardi dejó una frase simple tras la victoria ante River, casi de manual, pero no deja de ser una realidad en este Newell’s que cerró su largo y pesado trajinar por el Torneo de los 30 con un triunfo en el Monumental. La Lepra es un equipo errático, irregular, de ánimo cambiante, muchas veces sin explicación lógica, con jugadores desenfocados y por eso cualquier atisbo de confianza aparece como una señal positiva que al menos genera expectativa.

A esta altura, tras 15 partidos del ciclo Bernardi, esperar ver grandes cambios tácticos de cara a la Liguilla suena demasiado ambicioso. Hoy el DT prefiere apostar a poner en cancha una formación más bien ‘laburante’, que no le escape a la entrega física, que no se sonroje con reventar la pelota cuando sea y a donde sea, y que a partir de cierta estabilidad defensiva proyecte la victoria con algún destello de figuras como Maxi o Nacho Scocco, que están apagados, pero tienen esa jerarquía para aparecer en un instante y resolver el dilema del gol.

Y si la apuesta es al sacrificio, a la practicidad y a la jerarquía individual, no hay dudas que lo anímico cuenta y mucho. Por eso ganarle a River en el cierre, justamente con tantos de la Fiera y Nacho genera expectativa de cara al objetivo de clasificar a la Sudamericana. Y el gran desafío de Bernardi en estas dos semanas no tendrá que ver con algún cambio táctico o con una modificación de esquema (aunque no estaría mal que trabaje para que Scocco y Boyé jueguen juntos). A lo que deberá apuntar el entrenador es a mantener durante 14 días esa pequeña llama de confianza que se encendió. Mantener alta la motivación y que cuando el equipo vuelva a salir a la cancha no aparezca dormido ni aletargado como ya sucedió en los otros parates del torneo. Salvar el año es más una responsabilidad que un objetivo. La chance está, pero no hay que volver a dormirse.