Por Fabrizio Turturici

Central supo reinventarse a tiempo en la victoria de 2-1 sobre Belgrano, un partido que comenzó de la peor manera pero que encontró su incentivo desde la pelota parada y, a partir de ello, ejerció supremacía en todas las líneas. El colombiano Óscar Cabezas y el goleador Fernando Zampedri marcaron para la vuelta al triunfo en el Gigante de Arroyito, mientras que Cristian Lema descontó de penal.

A priori, la apuesta del cuerpo técnico había quedado plasmada en la mitad de la cancha, ocupada en su totalidad por jugadores ofensivos. Desde la previa, el mayor problema sería la falta de contención y no de creatividad. Sin embargo, se volvía a ver un equipo carente de ideas, puesto que López Pissano y Pereyra no lograban capitalizar la pelota.

Para colmo, el medio canalla seguía funcionando como un pase libre y, cuando los atacantes piratas superaban la línea del doble cinco, se escapaban con libertades para encarar a una defensa tambaleante, que no hacía más que tocar sin sentido o revolearla para el solitario Zampedri.

Central jugaba mal y la apertura del marcador llegó a los 35 minutos por la única vía posible: la pelota parada. Cabezas la puso contra el palo con una gran palomita y eso acrecentó el ánimo en Arroyito, que a partir de la ventaja comenzó a tener mayor intensidad en el encuentro. Y encontró la tranquilidad en los pies de Zampedri, que puso el segundo de la tarde tras un primer tiempo magro.

En la segunda parte, Central pudo ejercer supremacía en el campo y amenazó en búsqueda del tercero. Belgrano, en tanto, se limitó a unas pocas jugadas de contragolpe que no lograron sorprender a la última línea auriazul. Y descontó con un penal injusto que convirtió Cristian Lema sobre el cierre.

La importancia de la victoria es mucha, teniendo en cuenta que Central presentó un once alternativo, producto de las lesiones y ante la cercanía del compromiso de Copa Sudamericana. En este panorama, volver a festejar sirve como aliciente anímico, aunque habrá que mejorar en muchas cuestiones para competirle de igual a igual a un poderoso como San Pablo de Brasil.

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