Por Fabrizio Turturici

Central repitió aciertos y errores en el Gigante de Arroyito, donde consumó una sufrida victoria por 3-1 sobre Chacarita. Es que el equipo de Leo Fernández volvió a ser tan peligroso en arco propio como ajeno, estando fino en las pelotas paradas y con aporte de otro juvenil que asoma su cabeza: Agustín Maziero.

Desde el inicio del desarrollo pudo advertirse que, con el mismo grado de peligrosidad con que amenazaba el área de enfrente, Central sufría a la hora del retroceso. Planteó un mediocampo despoblado y con jugadores de características ofensivas, y cuando la línea de la pelota superaba a Gil, la delantera funebrera encaraba con libertades a una tambaleante defensa canalla.

Del 5 al 24: la apertura del marcador no podía llegar de otra manera que no sea con la pelota parada, un recurso que el conjunto de Leo Fernández comienza a manejar como un sistema de relojería suizo, con los precisos envíos del Colo a la cabeza de sus compañeros. Y así como repitió aciertos, también repitió errores, con otra desatención defensiva que permitió el empate inmediato de Chacarita.

El primer tiempo acabó, aunque igualados en el marcador, con saldo negativo para los de Arroyito. Luego del gol de Alderete, a Central se le nublaron las ideas y cerraron los caminos, ante un rival replegado en el fondo y que, al avanzar con la pelota, terminaba siendo más productivo que el local.

En el peor momento para Central, otra vez volvieron a aparecer los juveniles. Ahora fue el turno del delantero Agustín Maziero, que demostró su categoría al marcar dos golazos, uno de cabeza y otro con su derecha, para estampar el 3-1 sobre el cierre del partido. Pero que el árbol no tape el bosque: lo positivo de volver a la victoria no debe olvidar gruesos errores en todas sus líneas. Aunque está claro que con una sonrisa, el trabajo será mucho más llevadero.

 

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