Central volvió a ganar. Pero antes de eso, Central volvió a tener ritmo e intensidad de juego, que es el rayo de esperanza más importante de esta victoria contra Estudiantes en la Superliga, luego de diez fechas donde no conseguía resultados ni rendimientos. En el Gigante de Arroyito, se impuso por 2 a 1 con goles de Fernando Zampedri y Washington Camacho, justificando el marcador en todo momento, a pesar del descuento agónico de Lucas Albertengo.

Como hacía mucho tiempo no ocurría, el elenco auriazul tuvo un arranque enchufado, demostrando juego asociado en el medio, siempre con Gil como eje, y lastimando por las bandas a través de sus laterales. Con esa fórmula, a los 14 minutos, llegó la merecida apertura del marcador en los pies del Toro goleador.

Tras conseguir la ventaja, Central aminoró la intensidad de juego en busca del arco de enfrente, lo que permitió al rival avanzar en el terreno pero sin grandes preocupaciones para la defensa canalla, salvo cuando Ortiz y Cabezas marcaban -peligrosamente- en línea y sin escalonar. Allí, el abanico de Ojeda se tornaba fundamental para maquillar debilidades.

Más tarde, el conjunto de Arroyito se dio cuenta que el negocio no estaba replegándose sino presionando en la zona alta, lo que surtía efecto ya que no dejaba generar fútbol a su contrincante. Al recuperarla, encaraba con mayor sorpresa a la zaga platense. En una jugada así, salió rápido y obligó a cortar con falta a Iván Gómez, que se ganó su segunda tarjeta amarilla y posterior expulsión.

Lo principal a corregir en la segunda parte era el hecho de reducir la cantidad de infracciones cometidas cerca del arco de Ledesma. Es que los centrales atropellaban al salir a cortar y le ofrecían a Estudiantes la posibilidad de encontrarse con el empate por una vía que le sienta cómoda: la pelota parada. Y estando en inferioridad numérica, sin dudas que los tiros libres en la pegada de la Gata Fernández eran el arma más fuerte para volver a ponerse en partido.

A la vuelta del vestuario, los dirigidos por Bauza mostraron compromiso para mantener la ventaja, sin arriesgar más de la cuenta pero no por eso mezquinando el trato de la pelota. Gil y Ojeda se ocuparon de manejarla, Bettini y Parot de profundizar por los carriles laterales, cuando los volantes se cerraban para cederles paso, y Ruben y Zampedri de aguantar y terminar las jugadas. En este sentido, nunca se notó la ausencia de Ortigoza, quien le da criterio pero a su vez ralentiza todo el desarrollo.

Una magnífica jugada elaborada entre Parot y Carrizo, como en casi todo el encuentro, terminó con un cabezazo de Camacho para el 2 a 0, cifra que duró poco ya que inesperadamente Lucas Albertengo anotó el descuento y le puso música de suspenso al final de la noche rosarina.

El pitazo del referí se mezcló con el grito de desahogo de la multitud canalla, que tiene material para volver a ilusionarse. No sólo porque su equipo mejoró su repertorio de juego y sacó las garras para defenderlo, sino porque está a un partido de lograr lo que anhela desde hace años.