Por Fabrizio Turturici

Central preparó la fiesta y no pudo festejar. Es que el equipo de Diego Cocca hizo todos los méritos para quedarse con los tres puntos ante Racing en el Gigante de Arroyito, pero una jugada aislada terminó sentenciando el 1 a 1 durante los noventa minutos, tiempo donde superó en todos los aspectos al rival de turno pero no pudo doblegarlo. Un análisis imposible de explicar de no haber sido por los innumerables desperdicios abajo del arco, una cantidad notable de pelotas en los palos y groseros yerros arbitrales que lo privaron de volver a la victoria.

Al principio se mostraron dos equipos con buenas intenciones en el armado de juego, pero con una diferencia en la terminación de las jugadas: mientras la visita apostaba a verticalizar para encontrar el factor sorpresa, el local lo hacía a través de un ritmo más horizontal y pausado. Justamente esa elaboración canalla se imponía en el desarrollo siendo más gravitante y le daba una justa diferencia con el gol de Lucas Gamba. Sin embargo, en la derivación de una pelota parada, el rival estableció el empate con un gol fantasma de Lisandro López, la única llegada clara a excepción de otro tiro libre en el travesaño.

El conjunto canalla sintió el impacto emocional, tal vez porque merecía estar arriba en el marcador, pero siguió buscando con paciencia los huecos de la otra Academia. Los mismos aparecieron a espaldas de los zagueros, ya que envíos aéreos lo habían dejado mano a mano en tres ocasiones consecutivas, sin poder concretar por la imprecisión de Claudio Riaño. El primer tiempo se murió en igualdad y la ansiedad sería un jugador más durante el complemento.

A la vuelta del vestuario, el elenco de Arroyito no dejó de atacar con una intensidad avasallante, por lo que contó con muchas ocasiones para volver a ponerse en ventaja. Racing, desesperado por hacerse con la pelota, apostó al ingreso de Matías Rojas por Barbona. Central hizo todo lo contrario: cambió un armador por un veloz, con la entrada de Diego Zabala por Joaquín Pereyra, aunque hubiera sido conveniente romper el doble cinco por la condición de protagonista absoluto que tenía en el partido.

El esquema auriazul se tornó volátil y elástico, con Gamba volcándose atrás, Rius cambiando de banda y alguno de los laterales cumpliendo la función de volantes, algo que desorientó al contrincante y lo tuvo contra las cuerdas. Luego ingresó Agustín Allione por Riaño y tuvo mayor dinámica por abajo. Mala puntería, mala fortuna y mal arbitraje le privaron de quedarse con lo que hubiera sido un merecido triunfo. Otro empate más, otro punto que sabe a poco, porque si bien logró escaparle a la zona del descenso, se lamentará por mucho tiempo esta gran oportunidad perdida en casa.