Por Fabrizio Turturici

Si el fútbol es la dinámica de lo impensado, como dicen, eso quedó manifiesto en la noche del Gigante de Arroyito. Es que Central tenía la victoria en sus manos, pero dos errores groseros lo dejaron con las manos vacías, y terminó cayendo 1-2 ante Lanús. Maxi Lovera había abierto la cuenta, mientras que Acosta y Silva dieron vuelta las cosas.

Siempre es difícil jugar un partido cuando, dentro del mismo, se está de cuerpo pero no de alma. “¡Queremos la Copa!”, cantaba la hinchada. Pero Central -lejos de parecer un equipo suplente- impuso su jerarquía ante el complicado Lanús, mostrando gran volumen individual y colectivo. Al menos hasta que un doble cachetazo en el complemento lo dejara sin nada.

Quizás no sea la mejor antesala para una final de Copa Argentina, pero eso dependerá exclusivamente de los protagonistas. Lo que sí: el hincha no cayó en la cuenta de que éste, probablemente, haya sido la despedida de Eduardo Coudet en el escenario que le regaló tantas alegrías a lo largo de su carrera como futbolista y técnico.

El inicio del partido había mostrado a un Central movedizo, con iniciativa, que buscó nuevos circuitos de juego por todo el frente de ataque. Atrás, un Lanús -prolijo como siempre- lo esperaba, ahogándole los espacios. No parecía un partido de titulares granates contra suplentes canallas, dado que la diferencia entre ambos fue nula.

En contrapunto, el mayor déficit canalla era, como de costumbre, el retroceso. Esto quedó reflejado en una jugada donde Musto salió a cortar lejos, donde no debía, regaló el mediocampo y el palo terminó salvando a Central.

No obstante, fueron más los méritos que los reproches en la primera parte. Es que el elenco de Coudet monopolizaba la tenencia, controlando los tiempos, y también se había adueñado de las situaciones de gol, pudiendo abrir el marcador en varias excursiones.

Desde lo individual, Central no presentó grietas. En general tuvo un buen rendimiento también colectivo. Colman se transformó en el abanderado de los ataques, mientras que Migone y Pereyra hicieron las bandas con eficacia. Herrera, muy solo arriba, se las ingenió para complicar de todos modos a la defensa rival.

En el complemento, no cambiaron las tendencias pero sí las intensidades. Central metió un cambio y a los dos minutos de juego, el recién ingresado Maximiliano Lovera, enganchó y definió de zurda para el 1-0 en el Gigante.

Con el correr de los minutos, el resultado empezaba a quedarle chico. Pudo aumentar la cuenta tras haber sometido a su rival, al punto de reducir al último campeón a su mínima expresión.

Pero -de nuevo- el fútbol es impredecible: rondando el cuarto de hora, una mala salida de Central le dejó servido el empate a Lanús, que a través de Lautaro Acosta puso el partido en tablas. Y segundos luego, cuando Burgos regaló el fondo, Silva estampó el segundo para poner a la visita en ventaja,

Aunque Central buscó desesperadamente el empate, para volver a ponerse en carrera, no tuvo argumentos. Lanús se agazapó en el fondo y apostó al contragolpe, estando más cerca del tercero que de sufrir en valla propia.

No se podía jugar de cuerpo y con la mente volada. Central sufrió otro duro revés en el campeonato local. Pero si, como dijo el mismo Coudet, el único objetivo del mundo canalla es la Copa Argentina, tendrá que revalidarse el próximo jueves en Córdoba ante River, para salvar un pobre semestre que lo tiene a maltraer.