Central mostró credenciales para quedarse con otro clásico para la historia. Aunque el equipo de Edgardo Bauza no tuvo muchas luces en su juego, se encontró con los goles en el momento indicado para sacar adelante un duro partido contra Newell’s.

Era ganar o ganar y cumplió. No importaban las formas. A pesar de la preocupante estadística que lo antecedía, donde no conseguía una victoria desde hace ocho presentaciones, el elenco de Arroyito recuperó la memoria y se impuso a su eterno rival.

Luego de un primer tiempo para el olvido, donde se vio claramente superado por un rival que tenía todo menos puntería, volvió del vestuario con otro rostro y sacó provecho de su mejor arma: la pelota parada a través de Gil y la cuota goleadora de Herrera.

A partir de ese inesperado tanto, Central infló el pecho, recobró la lucidez y encerró al contrincante en su campo de juego. Como aliciente, enseguida llegaron las expulsiones por las que acabó jugando con superioridad numérica.

La jerarquía de sus delanteros se hizo valer en el área rival, a pesar de que en el sistema no engranaban. El hecho de volver a jugar con dos puntas fue una apuesta arriesgada pero que le salió de manera inmejorable a Bauza, ya que su mejor faceta se había visto con el 4-4-1-1.

El conjunto de Bauza necesitaba esta victoria, más que nada para alzar el ánimo en lo que venía siendo un fin de año preocupante. Luego de los festejos, no obstante, deberá trabajar para mejorar su magro rendimiento colectivo, donde no logra recuperar el orden defensivo.

A fin de cuentas, hoy en día poco importa cómo haya jugado este Central, ya que volvió a escribir una nueva página dorada en la historia de los clásicos rosarinos. La frutilla del postre será seguir adelante en la Copa Argentina para, finalmente, poder conquistarla.