Por Paulo Viglierchio

Rosario Central es más de lo mismo cuando se presenta fuera de casa. Una película de terror con episodios repetidos que, no por ello, dejan de producir cimbronazos en cada ocasión. A esta altura ya es preocupante lo pobre y vacua que es su imagen cuando tiene a su gente lejos, un dolor de cabeza que no se logra subsanar y se acentúa a cada paso, al punto de convertirse en una migraña insoportable.

Escribir las mismas líneas presentación tras presentación de visitante, nada cambia. Ni siquiera el hecho de haber sido campeón hace poco más de tres meses le dio al conjunto de Miguel Ángel Russo la consistencia y el aplomo para poder desenvolverse con otra impronta en la cancha, mucho más suelto, con movimientos aceitados y ya con un funcionamiento medianamente consolidado. La semana pasada el entrenador dejó en claro eso, la necesidad de demostrar y defender con competitividad lo conseguido.

Nada de eso, como es lógico, se vio en la jornada nocturna en el José Amalfitani. La principal novedad radicó en la vuelta al esquema 4-4-2, que dejó buenas sensaciones con Gimnasia en Arroyito, quizá la única vez que Central jugó bien en el último tiempo, al menos en los 45 iniciales. La inclusión de Kevin Ortíz y Jonathan Gómez en la zona medular suponía la intención de un equipo más combativo, con ritmo en la mitad. Elías Ocampo tenía también la oportunidad de afianzarse como volante derecho, en tanto el uruguayo Abel Hernández debutaba en el fútbol argentino -en la novena fecha de un torneo de 17-, mientras que Juan Cruz Komar reemplazaba al enfermo Carlos Quintana.

La intención claramente era contener, recuperar y volcar el juego por los costados, nada de eso salió. El Canalla estuvo más compacto, pero el medio siguió siendo una zona de libre tránsito, más allá de alguna intercepción puntual. Por allí encontró el talentoso Claudio Aquino una llave para desnivelar, algo que consiguió a cuenta gotas. En un trámite de bajo vuelo, el local al menos buscaba, aunque sin ideas. El último campeón ni marcó ni jugó, cerrando el prmer tiempo -y el partido en total- con cero remates al arco, una muestra cabal de la pobreza exhibida en Liniers, donde el plan pensado falló, quedando Cervera y Hernández muy aislados, con varios metros por recorrer y lejísimos de los compañeros. Lo salvó la solidez de Komar y Mallo abajo y la sobriedad de Broun, como siempre.

Que el equipo queda demasiado largo producto de la distancia que hay entre las líneas tampoco es una novedad. La predisposición táctica queda en evidencia, con ocho jugadores volcados a defender y nadie que pare la pelota, piense y trate de jugar y hacer jugar al resto, con calma pero decisión. Tan flojo es lo de Central que se volvió totalmente inofensivo en ataque, dependiendo de alguna inspiración individual para arrimar algo. Como los principales hombres encargados de la gestación están con un presente olvidable, las posiblidades de llevar peligro al área rival se reducen considerablemente.

En el complemento nada cambió. Vélez siguió con sus limitaciones a cuestas pero al menos empujó como pudo para tratar de torcer la historia, mientras el Canalla sólo resistía, sacándose de encima el balón, sin otra idea que defenderse y conservar el empate. Ningún atisbo de que algo sorprendiera por parte de la formación auriazul, el único objetivo era aferrarse a la igualdad.

El Fortín careció de la profundidad para llegar claramente al arco de Broun por propia impericia y también porque Mallo, Quintana y Broun siguieron desactivando cada intento rival, mientras el resto ni podía dar dos pases seguidos o tratar de sacar una falta para descansar un poco. Ingresaron Jaminton Campaz, Maxi Lovera y Tomás O’Connor para intentar algo diferente, pero el fútbol se mantuvo ausente.

Así, de tanto insistir el local tuvo su premio con un notable cabezazo de Osorio, que le ganó en el duelo áereo a Mallo, en la única dividida que perdió el Charrúa, tras centro de Aquino, para decretar el único tanto del encuentro con un testazo que dejó parado a Fatura. Reconocimiento el esfuerzo de uno, castigo a la excesiva liviandad e inexpresividad para el otro.

No quedó tiempo para más. Central tiene una materia pendiente que continúa desaprobando, dificultándose el encontrar razones concretas al porqué de la transformación radical cuando tiene que demostrar en rodeo ajeno. Claro está, de local tampoco es una maravilla ni mucho menos, pero el factor anímico termina jugando a favor y permitiéndole sacar resultados favorables en Arroyito, lo que lo llevaron a estar invicto desde el 2022 en el Gigante.

Otro punto a remarcar es la condicón física del plantel. La preparación en ese sentido deja que desear y lleva a plantearse interrogantes. El Canalla es superado en ese rubro por cualquier contrincante, quedando en algunos casos una diferencia de marchas notoria, como fue en Parque Patricios el otro día o en Avellaneda. En un torneo tan mediocre y de bajo vuelo como el argentino, literalmente hay equipos que ganan corriendo, compensando la diferencia de jerarquía con intensidad. Todavía faltan unos días para que comience a disputar la Copa Libertadores y ya le cuesta jugar cada tres días. ¿Cuál es la idea una vez que compita en el plano continental?