Que con arbitrajes tan pésimos como el que tuvo a su cargo anoche el señor Diego Ceballos se profane el alma del fútbol hasta el límite que destile olores nauseabundos, es una pena.

Un gol no cobrado en el primer tiempo, que en opinión de quien esto escribe fue legítimo, y un penal que no existió, porque la falta (inexistente por lo demás) fue fuera del área, y un segundo gol en claro fuera de juego no cobrado de Chávez, le significó a Boca el partido y la copa.

Claro dominante en gran parte del partido, Rosario Central debió jugar no sólo contra los once de  Boca Juniors, sino contra el jugador número doce del equipo de La Bombonera, el árbitro Diego Ceballos con el auspicio de al menos uno de sus árbitros asistentes.

Así las cosas, Central se quedó sin el partido y sin el campeonato y se vuelve a poner en serias dudas al arbitraje argentino muchas veces grotesco, cuanto menos.

Y así el fútbol, la pasión argentina, está a merced de algunos jueces mediocres, pésimos, muchos de los cuales no están capacitados para dirigir un picado en algún lejano potrero de la Patria. Y estas palabras, para despejar dudas, valen lo mismo para cualquier equipo que hubiese pasado por lo mismo que pasó el plantel rosarino anoche.

Coudet tiene razón: «Nos sacaron la final», dijo.