Un estudio realizado por investigadores del Conicet comprobó que los agroquímicos impactaron en el sistema reproductor y el hígado de ranas y sapos, estado que da indicios de lo que podría ocurrir en otros animales e, incluso, en el ser humano.

La investigación fue llevada a cabo por científicos de la Universidad del Litoral y la Universidad Nacional del Nordeste y salió publicada en la revista científica Water Air & Soil Pollution, con pruebas de los efectos de la exposición crónica a agroquímicos en dos especies de anfibios que habitan en arroceras de las provincias de Santa Fe y Chaco.

Para la tarea se eligieron en cada provincia un campo arrocero y ambiente natural sin contaminantes donde se colectaron ejemplares machos adultos de dos especies de ranas y sapos, comprobando que son especialmente sensibles a la exposición de esas sustancias en las gónadas (glándula genital, masculina o femenina) y el hígado.

En Santa Fe seleccionaron una especie de rana (Lysapsus limellum) que cumple todo su ciclo vital, desde la fase de renacuajo hasta adulto, en ambientes acuáticos como los que se generan en las arroceras, mientras en Chaco recolectaron ejemplares de un sapo (Rhinella bergi) que inicia su etapa larval en el agua pero que luego, ya en su etapa adulta, se traslada a la tierra.

En ambos casos, se trata de animales altamente susceptibles que habitan en dichos cultivos y que, por ese motivo, se encuentran crónicamente expuestos a sustancias como bentazon, molinato, propanil, clomazone, 2,4-D y al herbicida más conocido y estudiado en el territorio, el glifosato, entre otros químicos.

“Los anfibios brindan servicios ecológicos, cumplen funciones muy importantes en los ecosistemas porque son controladores biológicos de plagas”, dijo el investigador Rafael Lajmanovich.

Las dos especies presentaron anomalías por exposición a los agroquímicos: los de Santa Fe mostraron alteraciones más visibles en los testículos, pero los dos en el hígado, aunque fueron más pronunciados en los ejemplares del Chaco.

Rafael Lajmanovich, integrante del equipo de investigación, explicó a Télam que “los anfibios son considerados ‘especies centinelas’ (bioindicadores), son especies que tienen la piel muy sensible y muy permeable, lo que quiere decir que los tóxicos penetran muy fácilmente en ellos”.

Una especie centinela es aquella que es capaz de acumular contaminantes en sus tejidos y ser utilizada para detectar riesgos para los seres humanos y anticipar un peligro. “Otros estudios indican que el desarrollo hormonal, sobre todo de las tiroides de los anfibios, tiene muchas similitudes con las hormonas del hombres”, sostuvo.

Aunque se realizaron paralelismo entre los anfibios y el ser humano, Lajmanovich explicó que “la exposición a los agrotóxicos es totalmente distinta, pero las alteraciones que se producen son comparables, esto está demostrado”.

“En la actualidad se discute la distancia a la que se debe estar para que la exposición de agroquímicos no haga daño y no el modelo productivo; ya nadie pone en duda de que se están usando sustancias tóxicas”, señaló el especialista. Y añadió que desde el punto de vista de la fauna “es un estado de alarma” y “si lo queremos trasladar a la población humana, sería un incremento del riesgo”.

“Los anfibios brindan servicios ecológicos, cumplen funciones muy importantes en los ecosistemas porque son controladores biológicos de plagas”, precisó y agregó: “Los pesticidas matan a los anfibios e indirectamente generan que haya más insectos”.

“En la actualidad se discute la distancia a la que se debe estar para que la exposición de agroquímicos no haga daño y no el modelo productivo»

El equipo de investigación estuvo integrado por Lucila Curi, Paola Peltzer, Maximiliano Attademo y Lajmanovich. Por su parte, la primera indicó que «en el campo, para el cultivo de arroz se utilizan fungicidas, pesticidas e insecticidas, con lo que las distintas especies están expuestas a una mezcla de compuestos durante toda su vida”.

“Hay agroquímicos -explicó la autora- que tienen la capacidad de actuar como disruptores endocrinos, de manera que pueden alterar las vías de señalización que regulan la reproducción de estas especies”.

Y concluyó diciendo que el análisis del hígado también fue relevante porque ese órgano cumple el rol detoxificante en el organismo, de ahí que, si los ejemplares de las arroceras estuvieron crónicamente expuestos, el hígado podría verse más exigido que en ejemplares de ambientes no contaminados».