Una especie de hormigas muy pequeñas conocidas con el nombre de »vagabundas» comienzan en verano a invadir los hogares porteños, donde encuentran «lugares protegidos» para hacer sus nidos, en una época en la que las colonias se multiplican y van en busca de alimento y confort, explicaron hoy especialistas.

«A muchas personas les habrá pasado de dejar un caramelo o algo así en la mesada de la cocina, volver un par de horas después y que el caramelo esté cubierto de hormigas y toda la mesada llena», ejemplificó Roxana Josens, investigadora del Conicet que trabaja en el Laboratorio de Insectos Sociales de la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA, al ser consultada por Télam.

Señaló que esa rapidez «se debe al sofisticado sistema de comunicación que tienen, lo cual les permite ese masivo y rápido reclutamiento».

Pero esa situación es más común en verano, época en que las colonias son más numerosas: «Las hormigas empiezan a poner gran cantidad de huevos en primavera que darán machos y hembras (los alados) hacia el verano, que luego de aparearse producirán nuevas reinas, que se dispersarán volando a distintos lugares cercanos», precisó Luis Calcaterra, investigador del Conicet que trabaja en la Fundación para el Estudio de Especies Invasivas, a Télam.

Una presencia que también se multiplica en esta estación porque las hormigas «no regulan la temperatura como nosotros y por eso necesitan mantener condiciones relativamente estables de temperatura y humedad en climas templados», apuntó el investigador, por lo que especialmente en el verano ellas buscan el confort al interior de los hogares.

A este tipo de especie se la conoce en general como «hormigas vagabundas», cuyas características les han permitido dispersarse alrededor del mundo como invasoras, describió.

«Con el aumento de la temperatura registrado en los últimos 60 años, muchas de estas especies (con una reina que puede llegar a poner 900-2000 huevos por día) han logrado dispersarse hasta dos grados de latitud llegando hasta Buenos Aires», dijo el investigador.

Puntualizó que «ciudades como Buenos Aires actúan como ‘islas térmicas’ para las invasiones», y precisó que esa es una área que incrementó 0.9 grados su temperatura, en comparación con los 0,5 grados de las zonas rurales.

En ese camino, las construcciones brindan una «infinidad de lugares para anidar: los ladrillos huecos, puertas huecas, grietas y pequeños orificios, techos de chapa o tejas, aislantes, por donde las hormigas pueden llegar a distintos sitios fácilmente», ilustró Josens.

Sin embargo aclaró que «muchas veces, el nido no se encuentra dentro de la vivienda, lo que implica que si se desinsecta profundamente no se acaba con la colonia ya que el nido puede estar lejos».

Por lo cual, «las hormigas vuelven a aparecer luego de un breve periodo», indicó la investigadora, quien señaló que lo más recomendado para controlar a las hormigas «es un cebo alimentario que contenga un veneno».

«Las obreras lo toman como alimento, lo llevan al nido y ahí lo distribuyen entre las compañeras de colonia. De esta forma, el veneno puede llegar al nido sin importar dónde se encuentre y alcanzar a todas las hormigas, incluyendo a las reinas», detalló.

En relación con los riesgos que puede ocasionar la invasión de las hormigas en un hogar, Calcaterra señaló que «si bien las hormigas pueden transportar en sus patas alguna bacteria de un lugar a otro, no son vectores de enfermedades».