El megalodón, una especie extinta de tiburón que vivió hace más de tres millones de años, era más delgado de lo que se suponía, según un nuevo estudio publicado en la revista Paleontología Electrónica.

Desaparecido del océano hace 3,6 millones de años, los investigadores calcularon su talla en entre 15 y 20 metros de largo, un amplio margen de error explicable por el pequeño número de fósiles que quedan, dientes y vértebras incompletas.

Te puede interesar: Reapareció el tiburón más viejo del planeta: podría tener más de 500 años

El nuevo estudio, publicado en la revista Palaeontología Electrónica, muestra un animal más esbelto, similar al actual tiburón mako.

«Nuestro equipo reexaminó el registro fósil y descubrió que el megalodón era mucho más delgado» de lo que se suponía hasta ahora, explicó el biólogo Phillip Sternes, de la Universidad de California, en Riverside, Estados Unidos.

Una película de 2018, en cambio, retrató un megalodón gigantesco, que perseguía a humanos actuales.

«Aún habría sido un depredador formidable en la cima de la antigua cadena alimentaria marina», agregó Sternes.

El megalodón «puede no haber sido un nadador muy poderoso» comparado con el gran tiburón blanco, apuntó en tanto el investigador Kenshu Shimada, paleobiólogo de la Universidad DePaul, en Chicago.

Asimismo, los estudios indican que quizás no necesitaba cazar muy a menudo debido a su largo tubo digestivo, acorde con su tamaño. Esto mismo habría sido su debilidad, ante la llegada de depredadores más grandes y rápidos.

Una teoría que explicaría la extinción del «Otodus megalodon» es que sus presas se volvieron escasas.

Empero, Sternes propone otro escenario: «Creo que una combinación de factores llevó a su extinción, pero uno de ellos puede haber sido la aparición del gran tiburón blanco, que quizás era más ágil, y, por lo tanto, un mejor depredador que el megalodón».

Tener una imagen exacta de la verdadera forma del animal requiere contar con un esqueleto más completo que los pocos elementos disponibles, acotó Shimada.

«El hecho de que no sepamos exactamente qué apariencia tenía el ‘Otodus megalodón’ le da rienda suelta a nuestra imaginación», concluyó.