Los gatos y perros formaban parte de las familias en la Antigüedad. Esa es la conclusión que se desprende del hallazgo de un cementerio de mascotas en el puerto romano de Berenice, en la costa egipcia del Mar Rojo. Según los investigadores, sería la necrópolis de estas características más antigua del mundo. Estos resultados sugieren que el concepto moderno de animal de compañía ya estaba implantado hace 2.000 años.

Un equipo de arqueólogos de la Academia de Ciencias de Polonia ha sacado a la luz los restos de 585 gatos, perros y babuinos que fueron inhumados en los siglos I y II d.C. No se trataba de enterramientos casuales, sino que muchos de ellos han aparecido en fosas bien preparadas y cubiertos con tejidos o piezas de cerámica que «formaban una especie de sarcófago», según ha apuntado la arqueozoóloga Marta Osypinska, una de las directoras de los trabajos. En las fosas también se han identificado collares de metal, cristal o conchas.

El 90% de los restos corresponden a gatos, el 5% a perros y el resto a babuinos. Los estudios de estos huesos han mostrado que la mayoría de los animales murió por lesiones -algunos felinos presentaban fracturas en sus piernas que pudieron haber sido causadas por una caída o por una patada de un caballo- o por enfermedades infecciosas. Los canes fallecieron a una edad mayor y perdieron la mayoría de sus dientes. El equipo de investigadores no ha documentado ningún signo de momificación, sacrificio o prácticas rituales.

«Tenemos individuos que tuvieron una movilidad muy limitada. Estos animales tuvieron que ser alimentados para sobrevivir, a veces con comida especial en el caso de los que casi no tenían dientes», ha explicado Osypinska a la revista Science. En este sentido, tuvo que existir un «vínculo emocional», una relación «sorprendentemente cercana», entre los habitantes de Berenice y sus mascotas: «No los cuidaban para los dioses o por cualquier beneficio utilitario», ha añadido la experta.

La misión de la Academia de Ciencias de Polonia ha estudiado durante una década este misterioso yacimiento. Fue descubierto en una zona situada fuera de las murallas de la antigua ciudad, bajo un basurero romano, en 2011. En 2017, el equipo de Osypinska descubrió los restos de un centenar de animales y lanzaron la hipótesis de que pudieron ser tratados como mascotas, rebatida por otros expertos. El nuevo hallazgo de casi 600 animales y sus análisis arrojan más luz sobre el cementerio.

«Nunca he encontrado un cementerio como este. La idea de mascotas como parte de la familia es difícil de identificar en la Antigüedad, pero creo que aquí lo eran», ha apuntado Michael MacKinnon, arqueozoólogo de la Universidad de Winnipeg que ha estudiado el rol de los animales en el Mediterráneo y que no forma parte de este estudio.