No es ningún secreto que los eructos y las flatulencias de las vacas, en gran parte compuestas por metano, tienen un gran impacto en la tierra. Según la Organización de Naciones Unidas, estas emisiones representan un 14.5% del los gases de invernadero a nivel mundial. Granjeros e investigadores están trabajando activamente en reducirlas y probando diferentes estrategias con los animales.

Varios se han concentrado en cambiar la dieta de las vacas. Se ha añadido aceite de linaza, ajo, bayas de enebro y algas a su alimento. Algunos han modificando las bacterias que viven en los estómagos de los animales. Existen otros métodos, como vacunar a las vacas para protegerlas de enfermedades comunes. Si menos vacas mueren, los granjeros crían menos de ellas y por lo tanto se reducen las emisiones.

No obstante, unos científicos canadienses están pensando más allá de la comida y las bacterias para controlar el problema de los eructos y las flatulencias. Su proyecto forma parte de Genome Canadá, una iniciativa que utiliza la genómica para intentar solucionar diferentes problemas del país. En este caso, se trata de un proyecto que quiere utilizar la ingeniería genética para reducir las emisiones de metano de estos animales y mejorar su eficiencia alimenticia (criar vacas grandes utilizando menos comida).

Liderado por el Dr. Filippo Miglior de la Universidad de Guelph y el Dr. Paul Stothard de la Universidad de Alberta, el proyecto incluye al menos 10.000 vacas y laboratorios en Estados Unidos, Reino Unido, Dinamarca, Australia y Suiza. Los científicos quieren identificar las vacas que producen menos gases invernadero y distribuir sus genes a zonas que no tienen los recursos para criar vacas más ecológicas.

Criar mejores vacas puede parecer una solución obvia, pero no es fácil. Es complicado y caro conseguir los datos necesarios. Primero, se tiene que averiguar cuánto metano produce una vaca.

Algunos investigadores meten a las vacas en una cámara cerrada durante días (lo que es muy caro) y allí analizan sus gases. Otros colocan una especie de mochila en la cabeza del animal que mide cuánto metano exhala.

El laboratorio de Miglior, uno de los líderes del proyecto, opta por usar una máquina que emite chuches para vacas. Con este método, la máquina succiona el aliento de las vacas cuando comen y analiza el contenido de metano.

Otro desafío es el coste de analizar la secuencia del ADN de cada vaca, que cuesta aproximadamente $1.100 por animal.

Después de que los científicos recopilen todos los datos, trabajarán en averiguar qué genes están asociados con la mayor eficiencia alimenticia y menor emisión de gases. Luego, harán recomendaciones a granjeros para criar a sus vacas.

No obstante, aunque el proyecto está enfocado en producir vacas con estos rasgos, Miglior afirma que en sus recomendaciones consideran más de 80 características, como la salud.

Fuente: es.gizmodo.com