VIERNES, 29 DE NOV

Bióloga brasileña creó nidos artificiales y salvó del peligro de extinción al guacamayo azul

Los nidos artificiales son cajas de madera con una abertura, que pueden estar activos hasta 30 años y junto con un anillo metálico que se fija al tronco, desalientan la irrupción de monos y otras especies arborícolas, potenciales predadores de la especie.

 

Una bióloga brasileña, quien logró que el guacamayo azul dejara de estar en peligro de extinción, contó que para hacerle frente al avance de la destrucción del hábitat que obstaculiza su reproducción, creó nidos artificiales para fomentar su multiplicación y estudiar sus comportamientos, luego de treinta años de trabajo en el gran humedal Mato Grosso del Sur, se informó hoy.

Invitada a la cuarta reunión de Biología del Comportamiento del Cono Sur, que se dio en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires, y luego de brindar una conferencia, la bióloga Neiva Guedes, quien es presidenta y fundadora del Instituto Arara Azul, le contó al servicio de información sobre Ciencia, tecnología NEXciencia sobre el proceso por el cual el Anodorhynchus hyacinthinus (guacamayo azul) pasó de la categoría de «peligro de extinción» a «vulnerable», en la Lista Roja de Especies Amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN).

«No tengo dudas de que el cambio de categoría se logró gracias a nuestro trabajo con los nidos y a las alianzas con fazendeiros y peones, porque yo sola con mi equipo no podría haber hecho mucho», dijo la bióloga quien agregó que «la sensibilización es central, y eso se logró en el Pantanal porque la gente protege a los araras azuis, a los rojos, a los tucanes, entiende la importancia de conservar la biodiversidad en su territorio».

Menos duraderos que los naturales, los nidos artificiales son cajas de madera con una abertura, que pueden estar activos hasta 30 años y junto con un anillo metálico que se fija al tronco, desalientan la irrupción de monos y otras especies arborícolas, potenciales predadores del guacamayo.

A su vez, la especialista contó que también se recuperan nidos naturales deteriorados y que el ave vuelve a usarlos, y es a través de esta acción que «se logró obtener información valiosa sobre su comportamiento en pareja y con las crías».

«En términos de estudios del comportamiento, el diferencial que aportan es enorme. Podemos observar cientos de nidos, vemos los mecanismos más íntimos de la incubación de los huevos y la alimentación de los pichones, el detalle de los conflictos que se dan con otras especies, mamíferos incluidos, que les disputan los nidos para abrigo o también para reproducción, y el vínculo con los predadores que los acechan. Vemos que los patrones de conducta son los mismos, sean los nidos naturales o artificiales», explicó.

El avance del desmonte y de la frontera agrícola son parte del accionar humano que afecta a la reproducción de esta ave, por lo que el equipo de Guedes y los habitantes cercanos ya llevan colocados al menos 700 nidos.

El resultado fue el incremento de guacamayos azules. Pasaron de 1500, cuando Neiva comenzó su tarea de investigación y conservación, a 5000 solo en el Mato Grosso, de un total de 6.500, si se incluyen los que habitan en las regiones de Pará, Maranhão y Tocantins.

Neiva Guedes, se graduó en biología en la universidad Federal de Mato Grosso do Sul, en Campo Grande, en el año 1990 y comenzó a estudiar la reproducción del guacamayo azul del Pantanal, en una época en la cual el comercio ilegal de esta especie -de fácil adaptación al cautiverio- estaba diezmando su población.

La característica más extraordinaria del guacamayo azul, según comparte, es el cuidado «casi humano» que brinda a las crías, con pichones que permanecen junto a su padre y madre hasta el año y medio y una «fuerte monogamia», señaló la bióloga.

«Desde que hacemos estudios genéticos, jamás encontramos un polluelo concebido fuera de la pareja», agregó.

En un territorio de unas 400 mil hectáreas, con base en el Refugio Caimán, a tres horas de camino desde Campo Grande, el Instituto Arara Azul monitorea unos 300 nidos.

Según se informó, las mejoras en el manejo de la especie y la concientización de los habitantes derivaron en una notable disminución del tráfico ilegal, sin embargo, «el deterioro del ecosistema puso otra vez a esta especie en una situación muy susceptible porque se trata de un ave con requisitos de hábitat muy específicos», explicó la bióloga brasileña, quien refirió que las nuevas amenazas que enfrenta el humedal más grande del mundo, es la sequía y la quema provocada de pastizales.

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