Aproximadamente diez días atrás, imágenes estremecedoras pusieron nuevamente el foco en «la perla de Medio de Oriente».

Dos fuertes explosiones en la zona portuaria sacudieron y destrozaron parte de la capital libanesa, Beirut, y provocaron más de 100 muertos y miles de heridos.

Aunque se adjudica la explosión a un depósito que contenía nitrato de amonio, incógnitas y preguntas que surgen todavía no tienen respuesta, aún no se comprende la causa de la misma.

Conclusión decidió dialogar con una persona que conoce desde su raíz la zona geográfica: Elías Soso, empresario que además de su trayectoria reconocida (ex presidente y dirigente de la Came) es descendiente por vía materna de libaneses, y se prestó al análisis -descarnado- de una situación que lejos de agotarse los sucesos de la semana pasada, puede explicarse o al menos pensarse desde distintas perspectivas, entre la emoción de pensar en los que sufren en la lejanía y la incomprensión de las guerras fratricidas, siempre alentadas por intereses foráneos (de cualquier procedencia).

Soso se presentó: «Yo no soy ni filósofo ni un analista político, ni sociólogo, pero tengo calle«, dejando en claro la subjetividad de sus palabras en la entrevista.

Para el acérrimo defensor de los valores tales como el esfuerzo, la determinación y el trabajo, «el fanatismo del ser humano, piense como piense y en todos los segmentos: derecha, izquierda, centro, arriba, abajo; es mal consejero».

El empresario es muy claro en ese concepto. «El fanatismo es la causa de todos los males. Rompe la posibilidad del acuerdo. El fanatismo te hace ser traidor. El fanático se cree dueño de toda la verdad. El mundo no va a funcionar mientras allá fanáticos. Todos tenemos que saber que no somos dueños de la verdad absoluta».

«Yo puedo convivir con un tipo que crea en Dios o que no crea en Dios, si me respeta, si podemos conversar, si podemos convivir» como camino necesario para que toda persona este en armonía. Como dicen los árabes «a cada cual con su santo para que pueda vivir en paz«.

Pero el empresario, no adjudica este accionar al ser humano, sino mas bien, a «la picardía del capital». Por eso, para el ex directivo de la Came, «las guerras de Medio Oriente son insólitas. Emprender guerras entre pueblos que son vecinos, hermanos. Los pueblos no quieren pelear, los interesados en disponer del poder, sí quieren pelear».

El descendiente de sangre libanesa, reflexionó: «El pueblo no se arma, lo arman los que quieren vender armas, para generar esa pelea que, en última instancia, debilita a los dos, como consecuencia de su confrontación, y los que manejan el mundo están festejando en otro lugar, porque evitan que el mundo árabe crezca como tiene que crecer, manejando los capitales que han manejado y las riquezas que Dios les puso en su tierra».

El capitalismo: ¿responsable o culpable?

Para Soso las cuestiones que inciden en la historia de los pueblos, son muy claras. El experimentado empresario sacó chapa de su experiencia: «Al capitalismo hay que analizarlo con frialdad«, y argumentó que «una cosa es el capitalismo salvaje que prioriza la tenencia del dinero por tenerlo, y otra cosa es el capital cuando se pone al servicio de la sociedad».

Por otro lado, dijo que «no es lo mismo meterse con Fondo Monetario Internacional exclusivamente para que hagamos negocios vinculados con la acumulación física del dinero, a que ese crédito pedido para que construyamos vivienda, generemos bienes y riquezas, explotemos las industrias, para que nuestro pueblo, con una estructura capitalista que respete la dignidad humana y la distribución de los ingresos, nos haga vivir bien«.

Hay una ecuación que, para el ex presidente de la Came, es perfecta. Él analizó que si «dividiéramos la cantidad de riquezas que hay en el mundo por la cantidad de habitantes y lo repartiéramos, viviríamos muy bien. Y si el hombre fuera bueno, viviríamos mucho mejor«.

Beirut, la perla de los bancos internacionales

No queda para nada claro la situación de la capital del Líbano, aún a días de tremenda explosión. Para Soso, «si fue un ataque entre hermanos, sería lamentable«.

«No podemos decir que fue una cosa sin querer. Yo hablé con mi familia y la están pasando mal. Qué le vamos a preguntar a un libanés que viene de 20 años de guerra civil, que tenían esa ciudad que es una maravilla. Habían arreglado las partes que la guerra dejo hecha percha, a la altura de las grandes capitales del mundo«, añadió el empresario.

La situación de crisis atraviesa a la región como al mundo entero. «Beirut fue la perla de Medio Oriente. Los bancos más importantes funcionaron allí. Ahora, el Líbano está atravesando una crisis económica, empezaron a aparecer pobres que están sembrando en sus campos porque la comida empezó a faltar«.

Según Soso, la situación bancaria de Beirut, como sucedió en Argentina en 2001, «tiene el corralito y el corralón. Tienen deuda con el Fondo Monetario, están trenzados en ese tema de la plata. El sistema financiero se ha ido encaramando con el sistema libanés».

La resiliencia de los pueblos

Una capital azotada por 20 años de guerra pudo demostrar su recuperación con un esplendor envidiado por el mundo en tan solo 4 años.

Es que esa tierra está regada por las aguas místicas del Mediterráneo, y con un clima que no deja de maravillar a quien transita por sus delicadas e históricas calles, las cuales hoy vuelven a verse llena de escombro y muerte.

«Se van a reponer seguramente, póngale la firma y estampíllelo. No va a ser muy lejos porque, no nos olvidemos que después de una guerra de 20 años, se repusieron en 4 años», aseguro el empresario.

Y concluyó, con emoción y lágrimas: «Yo invito a preguntarse qué es una guerra, que gano. Empecemos a pensar bien, la violencia no sirve. Lo que sirve es el amor. Yo lloro todavía y estoy más cerca del arpa que de la guitarra. Anoche me la pasé llorando y pensando en mi familia. Déjense de joder basta, déjenlos vivir».