MIéRCOLES, 27 DE NOV

“Asumir las cosas sencillas nos llevará a un gran cambio”

Conclusión habló con Emilio Cardarelli, vicario general del Arzobispado de Rosario, quien opinó de la “violencia moral” de hoy.

Por Jennifer Hartkopf

La vorágine de los últimos tiempos, acrecentada en los últimos meses del año, pareciera ‘envolver’ a la gente en una ‘nube de locura’, donde la excitación y la intolerancia son dos rasgos que cobran protagonismo con frecuencia. Se viven a veces “estados alterados” que dejan entrever una “violencia moral” que contradice el espíritu festivo y de celebración que debería caracterizar durante este mes que acontece.

Sin embargo, el optimismo sigue vivo. En una entrevista exclusiva con Conclusión, monseñor Emilio Juan José Cardarelli, se encargó de reafirmar esta última idea y se mostró esperanzado respecto de esta sensación de “violencia moral” que se menciona.  “Es cierto que la hay. Uno ve esa violencia andando por la calle, manejando, gente con un grado de prepotencia totalmente incomprensible –reconoció-. Y creo que tiene que ver con el hecho de que todos sienten la necesidad de un cambio, pero todos esperan que el cambio parta de los otros y no de uno mismo”, comenzó explicando.

Seguidamente, para ejemplificar su idea, Cardarelli refirió a un hecho que le tocó vivir el pasado domingo: “Presenté la figura de Juan Bautista, quien decía tres cosas muy concretas para recibir al Señor: la primera, compartan. Tengan un estilo de vida sencillo, sobrio, austero, que les permita compartir lo que son y lo que tienen con los demás. La segunda, sean honestos, en sus trabajos y en la vida misma; ser justos y responsables. Y la tercera, no sean prepotentes, no sean violentos. Esas tres cosas se podrían sacar del contexto estrictamente religioso y aplicar tranquilamente al plano civil y que harían un auténtico cambio en la sociedad, que son muy simples, sencillas y al alcance de todos”, dijo el prelado.

Y prosiguió: “En la medida que asumamos las cosas sencillas y accesibles a todo el mundo, verdaderamente se va a dar un cambio en la sociedad. Si estamos permanentemente esperando de los otros, el cambio no se va a dar nunca. El cambio –aseguró el religioso- pasa primero por uno”.

En esa dirección Cardarelli continuó: “Estamos a fin de año, con toda la vorágine del cierre del año civil, de las clases, la feria judicial y todo nos hace pensar que uno tiene que resolver el problema de su vida en estos días que restan del 2015. Pero así como el espíritu de la Navidad  aflora los buenos sentimientos, hay que dejar que esos sentimientos afloren todos los días y se trasladen más allá de nuestro círculo íntimo, de familia y amigos, para que llegue a todos”.

Desde un punto de vista menos espiritual, manifestó que muchas son las cuestiones que contribuyen a ejercer la “violencia moral”,  entre las que mencionó en primer término la inseguridad, ligada estrechamente a la drogadicción, y posteriormente hizo referencia a la incertidumbre que se vive en torno a la cuestión económica, por lo que consideró que “no puede adjudicarse el hecho a una sola causa”.

El vicario general de la Arquidiócesis dijo que “desde la Iglesia tenemos la responsabilidad del anuncio claro y explícito de Jesucristo como paz, como reconciliación, ese es el gran aporte que la Iglesia puede hacer a la sociedad. Cuando el hombre se encuentra con Jesús, tiene una visión distinta de la vida, de la historia, de los otros, entonces ese es el gran aporte que se puede hacer a los fines de alcanzar la amistad social”.

Tras una breve pausa siguió: “Noto que la gente está más acelerada, pero pienso que si el consumismo y esta situación que se vive en el orden económico de incertidumbre, va a servir para que vivamos un poco más austeramente, para que descubramos un mejor fundamento al sentido de la Navidad. Hay que tratar de capitalizar la realidad que nos toca, en una actitud nueva también nuestra”.

Respecto de cómo contrarrestar esos “estados alterados” y sobre la posibilidad de encontrar armonía interior, señaló que “desde la perspectiva cristiana este tiempo que estamos viviendo es un tiempo que nos pide un gran esfuerzo por recuperar la dimensión de la interioridad”.

-¿A qué refiere exactamente con eso y cómo se logra?

Sentir que tenés que resolver el drama de tu vida en 5 o 10 días no ayuda. Por eso hay que tratar de recuperar espacios de interioridad. Desde la fe, como leer el Evangelio, o fuera de eso pensar en uno mismo, pensar qué sentido le estoy dando a mi vida, qué sentido tiene gastar la vida, que significa de verdad triunfar o fracasar en la vida. Dejar que en algún momento afloren esas grandes preguntas que están dentro de toda persona; porque en algún momento hay que hacérselas porque después se ve que en las vacaciones la gente sigue igual de loca que ahora a fin de año. Hay que tratar de hacer un ‘parate’ y encontrarse con uno mismo.

-¿Qué sucede si esas preguntas no surgen?

Si no dejas que afloren estas preguntas que están en lo más profundo de nuestro corazón, esa inquietud que todos tenemos, si, como digo, no dejas que aflore, claramente no te ayuda a vivir bien. Fuera de la dimensión estrictamente espiritual, la realidad que estamos viviendo de la inseguridad y la violencia también hace que no estemos viviendo bien, pero creo que vale la pena que hagamos un esfuerzo.

El religioso dijo que así como las cosas buenas se contagian, las malas también. Y afirmó: “Ordinariamente tendemos a trasferir a otro lo que sentimos, lo que nos pasa, ya sea este malestar o nuestras cosas positivas”. Y relacionó la idea con un ejemplo: “Esto me hace acordar mucho a este hecho: había un hombre sentado a la puerta de su casa a la hora de caer el sol y es observado por tres caminantes que pasan. El primer caminante dice, este pobre tipo debe haber trabajado todo el día, debe estar descansando. El segundo dice: éste está acá para fichar a las mujeres que pasan y ver si puede levantar algo. El tercero dice éste tipo es un vago que se pasa el día sentado. Lo cierto es que difícilmente podamos saber la vida de ese tipo a la vera del camino. Pero posiblemente el primero que pasó, sea un tipo muy trabajador, el segundo sea muy mujeriego, y el tercero un vago. Entonces uno tiende a proyectar lo suyo en otros”. Y añadió: “Cuando una persona tiene cosas que no logra resolver, que no deja que salgan afuera, seguramente eso lo trasmite. Trasmitimos los defectos nuestros a los demás y lo tratamos con un a priori de pensar que es así, cuando en verdad cada uno es diferente y no hay que prejuzgar”, expresó.

Finalmente, se expresó sobre la Navidad y su verdadero sentido y auguró para que “la Navidad sea una fiesta para todos. En el plan de Dios, es que sea para todos. La Navidad es que Jesucristo viene a nosotros, que no se cansa; que Dios se sigue haciendo presente. Lo importante es descubrir que el sentido de la Navidad no es una fiesta de nosotros. Si lográramos descubrir que la Navidad es una fiesta que Dios hace porque nos entrega a Jesucristo para que comparta la vida con nosotros, para que nos ayude a poder abrir el corazón y encontrarnos con la misericordia y el amor de Dios, creo que ahí entenderemos el real sentido de la Navidad”, especificó Cardarelli. “Creemos que es una fiesta que hacemos nosotros y que se requiere de una situación ideal para vivir la Navidad pero no, porque la Navidad es una fiesta que hace Dios”, añadió.

-Monseñor, la Navidad se caracteriza por los regalos, ¿qué significa esta acción?

Los regalos están muy en el corazón de la Navidad, porque el gran regalo que nosotros recibimos es Jesucristo, un regalo que Dios nos hace y nos entrega a través de la Virgen, entonces los regalos que podemos intercambiar entre nosotros solamente tienen sentido si yo con el regalo que te hago te estoy diciendo yo quiero ser don para vos, quiero que mi vida sea un don para vos, ese es el sentido que tienen los regalos. No importa el valor del regalo, lo importante es que a través del regalo y la sinceridad del corazón te esté diciendo que como Dios se hace don para todos nosotros, yo también quiero vivir para ayudarte a ser feliz en esta vida.

 

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