MIéRCOLES, 27 DE NOV

La chispa de la revolución y un nuevo tiempo para la América toda

La presión popular deja al Cabildo sin margen: Cisneros renuncia, los patriotas imponen una nueva Junta y se avecinan grandes cambios. Una revolución democrática y con espíritu hispanoamericano que sigue interpelando el presente. Repaso del día a día de la Semana de Mayo en diálogo con el historiador Norberto Galasso. Hasta que salió el sol del 25, que finalmente asomó.

«25 de mayo de 1810», de Diego Manuel Rodríguez. (Acrílico sobre tela, 130 x 95 cm, año 2019)

Por Daniel Giarone / Télam

Ya desde temprano se fueron juntando en la Plaza. El día declinaría en lluvia, algo que sólo importaría más tarde, cuando la Revolución de Mayo se convierta en una efeméride escolar. Lo que realmente valía entonces era que la noche anterior Cisneros había renunciado ante Saavedra y Castelli. Pero al Virrey, a esa altura del partido, ya nadie le creía.

Lo cierto es que los grupos fueron engordando y como el Cabildo quedaba cada vez más cerca decidieron que Beruti, uno de los jefes de los chisperos, cruzara a ver qué pasaba. La sesión no empezaba y lo que debía tratarse no era poco: la formación de una nueva Junta de Gobierno.

Cuando Beruti subió hasta la Sala Capitular parece que los señores cabildantes debatían sobre cómo saldría el superclásico del Pato, que para colmo de males podría suspenderse por lluvia. Ya un poco cansado después de una semana con tantas idas y vueltas, Beruti aclaró la voz y dijo más o menos lo siguiente:

“Esto ya pasa de juguete; no estamos en circunstancia de que ustedes se burlen de nosotros con sandeces. Si hasta ahora hemos procedido con prudencia, ha sido para evitar desastres y efusión de sangre. El pueblo, en cuyo nombre hablamos, está armado en los cuarteles y una gran parte del vecindario espera en otras partes la voz para venir hasta aquí… Pronto señores, decirlo ahora mismo, porque no estamos dispuestos a sufrir demoras y engaños; pero, si volvemos con las armas en la mano, no responderemos de nada”.

Parece que Beruti fue muy convincente o que el miedo no es sonso o que querían volver al Pato, porque los cabildantes salieron del letargo, Cisneros renunció definitivamente y conformó una nueva Junta, la popular Primera Junta. Todo ello según nombres, apellidos e indicaciones brindadas por la muchachada reunida en la Plaza, entre las que se mantenía la convocatoria a los representantes de las provincias para integrarlos al nuevo gobierno.

Pero todavía le quedó tiempo a Cisneros para jugar su última carta, que debía estar marcada porque le salía siempre: la represión. Pero en los cuarteles las salvas de artillería y los toques de campana estaban reservados para Saavedra, así que el ex Virrey y ex Presidente y ex comandante de armas no tuvo más remedio que esperar la próxima mano.

Es decir, esa mismo noche, cuando con la Revolución ya triunfante despachó a un emisario hacia Córdoba para pedirle a Liniers que se preparase para una intervención militar contra la Junta recién asumida. Pero esa será otra historia. Aunque es parte del mismos disco, es otra canción.

Juntos pero no amontonados

“En la mañana del 25 el Virrey apela a su última carta, que es la represión sobre la gente que reclama en la Plaza diciendo que ‘El Pueblo quiere saber de qué se trata’. Aquí es donde el grupo más avanzado, donde estaban French, Beruti y los demás, entra al Cabildo con trabucos y puñales”, repasa el historiador Noberto Galasso.

Y ya se sabe lo que pasó: “Suben al primer piso e interpelan a la burocracia virreinal exigiéndole que se vayan, además de informarle que al calor del movimiento popular se ha definido una propuesta de nueva Junta y que es esa Junta la que debe jurar y asumir el poder”.

Sin el apoyo de los militares “el Virrey se da cuenta de que está perdido, que debe renunciar y se crean las condiciones para la jura de los nuevos integrantes de la Junta, donde aparecen hombres que no eran muy conocidos hasta ese momento, como Moreno, que se reserva la Secretaria de Guerra y de Gobierno”, destaca Galasso.

Se trata, esto si se sabía en la Plaza , de la“Junta provisional gubernativa de la capital del Río de la Plata”, según su nombre formal, y está conformada por Cornelio Saavedra como Presidente; Juan José Castelli, Manuel Belgrano, Miguel de Azcuénaga, Manuel Alberti, Domingo Matheu y Juan Larrea como Vocales; y Juan José Paso y Mariano Moreno como Secretarios.

“Moreno, además de la Secretaria de Guerra y de Gobierno es director del periódico que se va a crear, la Gaceta de Buenos Aires. Es decir, intenta controlar lo que hoy serían los medios, la política (una suerte de Jefe de Gabinete) y la organización militar”, evalúa el autor de “Imperialismo y pensamiento colonial en la Argentina”.

Y agrega: “También aparecen Belgrano, como hombre muy cercano a Moreno, y Castelli. Un trípode que avanza sobre el poder. Moreno es reconocido por Belgrano (‘Yo quisiera tener las luces que usted tiene’, le dice) y por Castelli, entendiendo que es quien tiene las cosas más claras”.

Pero en aquel primer gobierno patrio también están “Azcuénaga, por el Ejército; Larrea y Matheu, los dos españoles de nacimiento, y por supuesto Saavedra, que habría entrado a último momento en la Revolución”.

¡Sí, juro!

Si French y Beruti repartían cintas celestes y blancas o si en realidad estás eran blancas y rojas (blanco por la unidad entre criollos y españoles y rojo sangre en nombre de los peores deseos para el señor Virrey) parece ser una cuestión que zanjó Billiken, y en página central. Pero aún así puede resultar significativo.

“La Biblioteca de Mayo, publicada en 1960, recoge diarios de la época, como el del hermano de Beruti, y de ahí surge que las cintas que se distribuían eran blancas y rojas, además de estampitas con la esfinge de Fernando VII, que estaba en una posición de cambio”, refiere Galasso.

El ensayista agrega que “no aparecen allí las cintas celestes y blancas a las que hace referencia Mitre, ni Mitre explica de dónde lo sacó. También allí se dice que las cintas que se distribuían en la mañana del 25 de mayo ya eran solo rojas, como expresión de sangre, de violencia, frente a las trampas con las que el Virrey quería permanecer en el poder”.

La cuestión no es sólo de colores ni de estampitas sino de la orientación que tenía la revolución. Galasso recuerda que la Junta “jura por la nuevas ideas pero con obediencia al rey de España, lo que se mantendrá hasta que las fuerzas napoleónicas son derrotadas y se plantea la independencia, en 1816”.

“Fernando VII, en un principio, había asumido las nuevas ideas pero después vuelve a hacer el reaccionario que había sido siempre”, asegura el historiador, para quien “la Revolución de Mayo se produce en Buenos Aires pero ya había ocurrido en abril en Caracas y se producirá en agosto en Chile, en septiembre en Bogotá y a principios de 1811 en México”.

Siempre con un carácter ”democrático y popular que reconoce todo lo que hoy es América Latina”, destaca.

Ideas e ideales

En la Proclama del 26 de mayo la Junta reiterará su “fidelidad y adhesión a nuestro muy amado Rey y Señor Don Fernando VII y a sus legítimos sucesores en la corona de España”.

“Se depuso al virrey en nombre del rey”, dirá el acta firmada el día anterior. Los patriotas portaban estampitas con la imagen del soberano cautivo por Napoleón en la Plaza de la Victoria.

“La llamada ‘Máscara de Fernando’ -sostiene Felipe Pigna en ‘Los mitos de la historia argentina’- era, contrariamente a lo que muchos creen, un acto de clara independencia. Por aquellos días nadie en su sano juicio podía suponer que Napoleón sería derrotado ni que Fernando volvería al trono español y recuperaría sus colonias americanas”.

En tanto Galasso considera que la Primera Junta “no era una Junta anti-española, esa es una de las tergiversaciones de la historia mitrista”. Y argumenta: “En esa Primera Junta aparecen españoles revolucionarios, como Larrea y Matheu, y la mayor parte de la Junta está integrada por hijos de españoles”.

“La idea de que en la Primera Junta hay una una idea separatista y anti-española es falsa. De lo que se trataba era de democratizar el poder al compás de la democratización que se producía en España”, plantea el historiador.

Y agrega: “Esto es lo que sostiene Alberdi, que es quien más profundiza el carácter democrático y no el carácter separatista de la Revolución de Mayo. En 1810 se reemplazó al Virrey por una Junta con ideas democrática, donde había españoles y criollos y donde permanecieron el Cabildo y la Audiencia (una suerte de Poder Judicial)”.

“Cuando cae la revolución democrática en España -agrega Galasso- y vuelve el régimen anterior, en 1813-1814, es cuando se plantea claramente el objetivo independentista por parte de Belgrano y San Martín, quien insiste para que el Congreso de Tucumán se reúna y declare la independencia”.

“El ideario de la Revolución de Mayo era el de una revolución hispanoamericana. Incluso en la Declaración de la Independencia de 1816 se declara la independencia de las Provincias Unidas de Sud América”, concluye.

La revolución hoy

La historia puede ser un fósil retratado en un manual escolar. También un conjunto de hechos dinámicos, protagonizado por hombres y mujeres con matices y contradicción, pero siempre en diálogo con la época, las ideas y el azar.

“El legado más vigente de la Revolución de Mayo hoy es el planteo de Moreno sobre la distribución de la riqueza. La riqueza acumulada en minorías es como agua estancada que se pudre”, sostiene Galasso citando al Secretario de la Primera Junta.

Y agrega: “Hay que hacer una redistribución de la riqueza a todos los sectores de la sociedad, además de lo también planteado por Moreno sobre la instalación de industrias y de la creación de un organismo de prensa para que el Estado pueda comunicar sus objetivos y proyectos, cosa que a veces no ocurre por la acción de los medios hegemónicos”.

La Revolución de Mayo interpela el presente, iluminando el futuro por caminos diversos. También, prescindiendo de solemnidades, hipocresías y maniqueísmos, hoy puede gritar: “Al gran Pueblo argentino, Salud”.

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