Fernando Gago, o como el ave fénix resurge una y mil veces, con la 5 en la espalda
Con un comunicado en su cuenta de Instagram, ‘Pintita’ anunció ayer el final de su carrera futbolística, marcada por el éxito y las lesiones. En 2017, escribió un cuento para el libro “Pelota de Papel”, donde reflejó el proceso con el que consiguió la fuerza para recuperarse cada vez y la importancia de ser resiliente.
- Deportes
- Nov 12, 2020
“El alma le duele más que el tendón, más que todo”. En esos 48 caracteres, Fernando Gago resumió a la perfección la esencia de uno de los momentos más crudos de su vida, tras sufrir una de esas lesiones que a cualquier futbolista podría arruinarle la carrera y que él, a falta de una, padeció cinco veces. Tres roturas del tendón de Aquiles y dos roturas de ligamento cruzado, para ser más precisos. Y de cada una, resurgió.
Aquella frase inicial es la misma con la que ‘Pintita’ comenzó el ensayo realizado especialmente para el libro “Pelota de Papel 2” -que recopila cuentos escritos por jugadores de fútbol-. En aquel entonces era comienzos de 2017 y el ‘5’ de Boca Juniors había logrado recuperarse con éxito de lo que era la segunda lesión grave de su carrera, sin imaginarse las batallas que todavía le quedaban por delante contra su propio cuerpo y, principalmente, contra su cabeza.
Ahora, casi cuatro años después, el 10 de noviembre de 2020, Gago anunció por Instagram su retiro definitivo del fútbol profesional, pero con la tranquilidad de saber que fue él quien le puso el fin a su envidiable y destacada trayectoria, y no su tobillo, no su pierna, no las críticas, y especialmente no su depresión.
Cuatro años antes, escribía sobre sí mismo: “No puede derrotarlo una lesión. No puede retirarlo una lesión. No puede…”. Hoy, tras muchas horas de reflexión, de rehabilitación y de minutos de juego, sus palabras fueron las siguientes: “Me encuentro sin problemas físicos, cumplí los objetivos que me propuse y por eso decido dar un paso al costado, sintiendo la felicidad de dejar el fútbol a mi manera, por decisión mía, en el momento indicado”.
Ver esta publicación en Instagram
Una publicación compartida por Fernando Gago (@fergago5oficial) el
De cara al futuro, Fernando Gago podría ser recordado como un volante central de buen pie y uno de los más destacados que el fútbol argentino ha tenido en el puesto después de su ídolo, el otro Fernando argentino que jugó en Real Madrid, Redondo. Pero sin lugar a dudas, será más ejemplo aún por las veces que cayó en cancha y volvió a levantarse. Por ser resiliente.
“Resiliencia”, también, es la palabra que aprendió cuando transitaba aquel duro período tras lesionarse en el estadio Monumental, en un clásico entre el Xeneize y River Plate de abril de 2016, en el día cero de unos 186 de recuperación, que llegaban tan solo tres meses después de haber pasado otros 135 días de lesión. De la misma lesión.
Como tantos otros grandes del fútbol de estas tierras, el oriundo de Ciudadela comenzó a jugar siendo niño en el club Parque, y su debut profesional sería el 5 de diciembre de 2004 con la camiseta de sus amores, Boca Juniors.
Dos años y cinco títulos después, se transformaría en la transferencia más cara de Boca y la segunda del fútbol argentino, al ser vendido al poderoso Real Madrid en casi 28 millones de dólares.
De allí en adelante, su carrera repartiría pasos por la Roma de Italia, el Valencia de España y Vélez Sarsfield, para luego culminar con un retorno de cinco años a La Bombonera y otro más corto a Liniers, cosechando doce títulos más con clubes y una medalla olímpica de oro y un Mundial Sub-20 con la Selección.
“Volver a creer y a superar miedos”, es como Gago describió ese momento de volver a sentir contacto con una pelota de fútbol tras estar cinco meses sin jugar y reflexionando en la palabra “resiliencia”. Esa, cuyo significado había aprendido en realidad mucho antes, al ver a su compañero de equipo Ronaldo (el brasileño -aunque también jugó con el otro-, que se rompió dos veces el tendón rotuliano de la rodilla derecha y se recuperó para seguir jugando 10 años más y salir campeón del mundo) o al conocer las historias de Frank Ribéry y Bethany Hamilton.
En aquel entonces, en aquel cuento, Fernando Gago había escrito: “El círculo se cierra. La película tiene un final feliz”. Claro, había vuelto a jugar después de sufrir por segunda vez una lesión durísima, regresando ni más ni menos que con un triunfazo en el mismo escenario en que se había roto -El Monumental- y consagrándose campeón un mes después.
En aquel entonces, en aquel cuento, todavía no se imaginaba que nueve meses después se rompería el ligamento cruzado, en un partido importantísimo en el que la Selección se jugaba en La Bombonera la clasificación al Mundial de Rusia, donde dejaría inmortalizada la frase: «Dale, dejame jugar, Dani. No me importa«.
Seguramente, tampoco se imaginaba que 216 días después volvería a jugar, y que luego de otros siete meses se volvería a romper el tendón de Aquiles, por tercera vez, en una final de Libertadores entre Boca y River jugada en España.
Mucho menos, también, que después de 249 días de aquella, la más dura de todas en lo físico y lo anímico, seguiría jugando al fútbol y vestiría una vez más los colores de Vélez Sarsfield, de la mano de su amigo Gabriel Heinze.
La vida le tenía preparada una lesión más, en enero de este año, nuevamente en el ligamento cruzado, que lo dejó otros 213 días fuera de las canchas. Ni siquiera la pandemia logró frenarlo y el 28 de octubre ahí estaba, esta vez con la 6 en la espalda, resurgiendo.
El domingo 8 de noviembre, ese empate 2 a 2 ante el Gimnasia de Diego Armando Maradona, en el que ingresó desde el banco de suplentes por Federico Mancuello, sería el último de su carrera. El último como lo quiso él, en plenitud física y no en una camilla, dentro de una cancha y no en un quirófano. Con su familia, sus hijos y sus amigos, para los que se transformó en ejemplo -si es que ya no lo era-, viéndolo desplegarse en el césped y tocando la pelota con el botín derecho.
“La felicidad, enseñanza para resilientes y para todo el mundo, ni siquiera reside en el partidazo o en los elogios. La felicidad está, más radiante que nunca, en los ojos de los que lo quieren, de aquellos que están siempre. En las buenas, sí. Pero en las malas mucho más”. Esa frase también es de su cuento y también la escribió a fines de 2016, pero también fue de su autoría en 2017, en 2018, en 2019 y ahora en 2020, hasta llevarla casi como un tatuaje que le quedará por siempre.
“El Nº 5 jamás pensó que ese mal momento se convertiría en una de las mejores experiencias que le tocó vivir. Gracias a aquello, aprendió que siempre se puede salir adelante de cualquier situación extrema que aparezca en el camino, y lo preparó como nunca para lograr, una y otra vez, y todas las veces que sean necesarias, recuperarse. Para volver a ponerse de pie y enfrentar cualquier batalla, aun cuando casi nadie lo crea posible. Excepto él, claro, y los seres queridos que lo rodean a diario. Así en la tierra como en el cielo”.