JUEVES, 28 DE NOV

Así se vivió la previa en Arroyito: todas las imágenes

Desde muy temprano, Arroyito se vistió de fiesta para esperar, con ansias, un nuevo clásico rosarino. Los bocinazos, las conversaciones entre conductores, de auto a auto, y cientos de hinchas auriazules cantando por el medio de Bv. Avellaneda, tiñeron de color el barrio canalla.

La pasión no tiene razones ni explicación. Como el amor, sólo puede profesarse, en un verdadero acto de fe. La pasión arrastra, y propios y ajenos se hermanan, se vuelven nuevos conocidos, se abrazan, cantan y con gestos cómplices, intercambian pronósticos y expectativas. La piel se eriza, los ojos se humedecen y el corazón late más rápido en un estremecimiento que se vuelve colectivo.

Esa pasión es la que desplegó, desde muy temprano en Arroyito, un paisaje conocido, que se renueva año a año, con el calendario deportivo. Conocido, pero, no por ello, menos fascinante.

Asi vivió Arroyito la #PreviaCanalla

Asi vivió Arroyito la #PreviaCanalla

Las bocinas sonaban a lo largo de Avellaneda, por la cual se desplazaba una multitud a pie, y si bien, los autos  transitaban libremente, lo hacían a paso de hombre, porque la gente hormigueaba entre los vehículos como si fuera una senda peatonal. Los hinchas se gritaban de auto a auto, sonriendo, felices y confiados, y, por esa única vez, con total naturalidad, se cedían el paso. Los que iban caminando, se saludaban con  gestos cómplices, convidándose cigarrillos y bebidas, y hablando de los posibles resultados de un partido por el que ya no podían esperar más.

“Es un sentimiento” se oía a cada paso,  y con esas dos palabras, se expresa aquello que no puede ser explicado,  pero que todos alcanzan a comprender. Risas y cánticos, estrofas ingeniosas, que arrancaban más risas, gestos clásicos que se elevaban, coloridos, para ser tomados y reconocidos desde el más puro saber popular.

clasico_Arroyito11_sept_2015_fvizziSe palpaba tensa, la ansiedad, que no llegó a opacar, de ninguna forma, el folklore de la “previa”, que inundó las calles desbordando el barrio canalla en un festival azul y amarillo, humos de colores, gorros, banderas, camisetas todas, de las nuevas y las viejas, muñecos alusivos a las más antiguas tradiciones, vendedores ambulantes, choripán, cerveza y vino, y un inabarcable número de sonrisas y brazos en alto que no dejaban de agitarse.

Los hinchas esperaban, y mientras lo hacían, vivieron una fiesta. Esa fiesta, inexplicable, desprevenida y espontánea, por la cual,  sólo aquellos locos por el fútbol, pueden apasionarse.

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