MIéRCOLES, 27 DE NOV

Mucho campo, pocas manos: producción, desarraigo y el reflejo de Vicentín

El Censo Nacional Agropecuario de 2018 dejó en claro una realidad palpable que distintos trabajadores de la tierra vienen señalando: ese suelo fértil cada vez queda en menos manos. Datos, la voz de actores del rubro, y la realidad rural más allá de las commodities.

Por Facundo Díaz D’Alessandro

Si bien no es la intención apelar a esa oxidada muletilla anhelante de Argentina como “granero del mundo”, no es novedad que la fertilidad para ciertos cultivos de la tierra de nuestro país está entre las más altas del mundo y son la principal fuente de ingreso de dólares al sistema financiero local.

A la par, lo que también escala a un nivel superlativo es el grado de concentración de esas tierras. Es que los alrededor de 157,4 millones de hectáreas agropecuarias, relevadas por el Indec en el último Censo Nacional Agropecuario (CNA 2018), cada vez se reparten entre menos manos.

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Ese trabajo, que completó el trunco de una década atrás (a raíz del estallido del conflicto con el campo por la denominada “resolución 125”), puso de relieve que desde 2002, cada año desaparecieron más de 5.000 explotaciones agropecuarias. En treinta años (si se compara con el censo de 1988), desapareció el 41 por ciento de las mismas.

Un total de 83.000 productores cerraron sus tranqueras en los últimos 15 años, con lo que permanecen 250.881; además, subyace una generalidad no exenta de excepciones: el “pez grande” suele ser quien toma el lugar de los más pequeños.

Así, apenas el 1,1% de los mayores productores explotan casi el 36% de las tierras del país, mientras que el 12% de los más pequeños se distribuyen un nimio 0,04% de las tierras.

El censo oficial abarcó todos los usos del suelo: producción agrícola, ganadera y forestal (con las obvias diferencias entre ellas).

En el segmento frutícola y yerbatero coexisten gran cantidad de productores pequeños -menos de 10 hectáreas-, mientras que en la Pampa húmeda, región donde están las tierras más ricas de Argentina y destinadas en su mayoría al cultivo de soja, maíz y trigo, se agrupan la mayoría de los grandes productores.

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Según el CNA 2018, hay 31.393 explotaciones agropecuarias inferiores a las cinco hectáreas, que suman en total 74.224 de la superficie de 157,4 millones. En contrapartida, 863 empresas cuentan con superficies de más de 20.000 hectáreas, y en total manejan 34,2 millones, el 21% del todo.

Un modelo de pobreza y desarraigo

Ante este esquema regresivo, se alzan voces altisonantes desde distintos estamentos, que participan de la economía agraria, de la vida agraria, y confirman lo conflictivo y exclusivo del modelo imperante en términos rurales, ya sea desde roles institucionales, académicos, gremiales o mismo desde la visión indígena, con su concepción ancestral de la tierra.

“No me quiero concentrar en números, los conozco. El 80% por ciento de productores pequeños y medianos producimos el 20 % serial del cual se exporta. El 20% de grandes pooles, ‘panzones’ o ganadores de este modelo (pasado), siembran y exportan el 80%”, precisó en diálogo con Conclusión el productor salteño y secretario …. de la Federación Agraria Argentina (FAA), Eliseo Rovetto.

En esa línea, afirmó: “Este es el país de los grandes panzones y de la gente que está, no delinquiendo, sino a contramano de lo que en realidad necesita el país y la mayoría de la gente”.

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“Acá lo que se produce es el agronegocio para exportar, que salga del Puerto San Martín, de San Lorenzo, que me parece brillante, tiene que salir más, pero no a costa de los que menos tienen. Hoy el que siembra soja puede hacer un seguro de riesgo, nosotros no. Estas son las cuestiones que tenemos que discutir, por qué hay distintos campos”, se explayó el dirigente ruralista.

Rovetto señaló que “hay agricultores familiares en la misma provincia de Santa Fe que han tenido que desaparecer”.

Para el caso, mencionó a la localidad de Totoras, “la capital de la leche”,donde “no quedó un solo tambo”.

“Hoy esa gente, a los que le fue mal, están engrosando villas miseria de Rosario, Buenos Aires, Santa Fe, Salta. Es la realidad. Hay algunos que discuten renta en el campo y otros renta más salud, más vida, más por qué el desarraigo y por qué el hambre”, subrayó.

Respecto al desarraigo, además del que padecen esos “expulsados” de su tierra, el productor agrario expresó otra arista de esa realidad.

“En muchos casos, el que era productor se volvió arrendatario o arrendador, se fue al pueblo, se puso ocioso, lee el diario, toma mate y critica lo mal que viven ‘los negros’. Pero todos los meses van al campo y tienen la platita, que ni siquiera fue del sudor de ellos mismos, sino de sus viejos que vinieron de afuera. En este país es un muy difícil decir la verdad, sé que no gusta lo que digo, pero este es el problema hoy”, precisó.

Y esbozó una de las posibles soluciones: “Devolverle la dignidad a nuestra gente, el que es el del norte santafesino, tiene volver a tener un norte próspero, no dos provincias, una de Ceres, San Justo, para abajo y lo que es el norte lo más postergado. No es lo mismo. Si no podemos hablar de una Santa Fe integrada, no podemos hablar de qué entidades del campo podemos seguir juntas.”

El mundo al revés

De cierta manera en coincidencia con las definiciones de Rovetto, alejados de entidades ruralistas, desde la UTT (Unión de los Trabajadores de la Tierra), habían señalado a Conclusión algunas semanas atrás que “el sector que se autoproclama el campo, el del poder concentrado, en realidad no produce alimentos para el pueblo, sino commodities, bienes transables.”

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“Producen una mercancía para renta personal, de una casta minoritaria que siempre estuvo representada por organizaciones y asociaciones de grandes productores que no tienen nada que ver con el sector que trabaja como nosotros”, sostuvo Federico Di Pasquale, integrante de la UTT.

Respecto a las condiciones en las que se trabaja la tierra en la provincia, señaló: “En Santa Fe son 150 familias las que trabajan el suelo, y ninguna cuenta con la propiedad de la tierra por la cual se sacrifica cotidianamente. Firman alquilares que son completamente arbitrarios, que no son regulados por nadie, producen lo que quiere el mercado, mismo mercado que impone los precios y llega a tu campo con un camión ejerciendo la patria potestad sobre lo que producís, eligiendo qué se lleva y qué no, descartando lo que en muchas oportunidades tenés que dejar que se pudra”.

En sintonía, Rovetto se refirió al millonario crédito otorgado por el Banco Nación (durante la gestión de Mauricio Macri) a Vicentín, una de las principales firmas cerealeras agroexportadoras del país, y aseguró que “en los últimos años la concentración en manos de los 6 o 7 grandes exportadores está a la vista”.

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“Lo que se ha hecho con Vicentín se ha hecho con otras agroexportadoras. Cuando se dice que hay cooperativas que salieron florecientes, en el norte tengo varias que dejaron de funcionar porque no pueden pagar sus balances. Empresarios que no pueden pagar, no sólo sus impuestos sino siquiera el monotributo, esta es la gran desigualdad y desequilibrio. Sí, las 4 entidades somos el campo, pero representamos gente distinta. En FAA también hay gente a la que le ha ido muy bien estos años en esta zona núcleo, la pampa húmeda”, concluyó.

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