Los nuevos pobres: historias de familias que por primera vez enfrentan la exclusión
Ir a pedir un abrigo, un plato de comida o quedarse en la calle es para muchos una realidad inimaginada y hasta que genera vergüenza; cómo es pasar a formar parte del 32% de la población más vulnerable
- Nacional
- Jun 21, 2019
Por: Gastón Rodríguez
Viernes, diez de la noche, Plaza de Mayo. Del lado de la avenida Rivadavia madres con chicos, ancianos, hombres solos, improvisan una fila, bandeja en mano, por una porción de puré y una hamburguesa. Los que llegaron más temprano comen sobre los tablones de madera. Una cantora de tango espanta la angustia que provoca la necesidad. Se aplaude y hasta se baila. Más allá, como si fueran incapaces de mezclarse, Andrea y Daniel, una pareja con dos hijos -uno de dos y otro de seis- se quedan parados, maniobrando como pueden sus cenas, diciéndose sin hablar que esto también pasará.
«No venimos muy seguido por los chicos -aclara después ella-, no es por nada, pero ellos no están acostumbrados a este ambiente, a veces hay peleas y no está bueno que vean eso». Ellos, al igual que muchas otras familias argentinas, están donde no se hubieran imaginado estar: en la fila para recibir un plato de comida o donaciones de ropa, o incluso, durmiendo en paradores o refugios.
Son parte de los 2.650.000 de nuevos pobres que se sumaron en un año, según datos del Indec. Como detalla el último informe de Unicef, «las principales problemáticas en las familias en situación de vulnerabilidad son el desempleo y la precarización del mercado de trabajo, aunado a un déficit habitacional y una precipitada pérdida del poder adquisitivo».
Para Mariela Fumarola, de Caminos Solidarios, una red de voluntarios que recorre la ciudad de Buenos Aires para asistir a personas en situación de calle, «ver la caída de la clase media a la pobreza golpea muy fuerte porque es cercano».
Desde el Ministerio de Salud y Desarrollo Social aseguran estar conscientes de la difícil situación que hoy atraviesan muchas familias. «Nuestra prioridad es trabajar y estar cerca de quienes más nos necesitan para que puedan transitar este momento de la mejor manera posible y acompañados», enfatizan.
«Lamentablemente -continúan-, la pobreza en la Argentina es alta. Y tenemos claro que al núcleo duro de la pobreza estructural de base se le sumó el impacto de la inflación y la recesión de los últimos meses y eso sin duda se refleja en los índices». Por eso, explican que si bien deben atender la emergencia, «no hay soluciones mágicas, sino que llegan con políticas activas para el mediano y largo plazo».
Andrea tiene 28 años y los modos propios de las clases sociales más favorecidas -en su ropa y forma de hablar-. La realidad la obliga a adaptarse. «Mi marido está sin trabajo hace un par de meses largos, hace changas, tira currículums en todos lados, tiene secundario completo, unas ganas tremendas de trabajar, pero no lo llaman nunca. Nos cuesta juntar para pagar el alquiler, más que nada nos preocupa no tener para los pañales y la leche de los chicos».
Nos cuesta juntar para pagar el alquiler, más que nada nos preocupa tener para los pañales y la leche de los chicos
Andrea
Para María Lagos, responsable de Desarrollo de Recursos de Cáritas Argentina, «la clase media está comenzando a acercarse tímidamente a pedir asistencia» y entrega un ejemplo de lo que ve a diario en el territorio: «En los espacios educativos donde se sirven las meriendas a niñas, niños y adolescentes, también están empezando a acercarse chicos más pequeños, abuelos y personas de distintas edades».
Andrea cuenta que tuvo que aceptar ropa de invierno para los chicos y se alegra al mostrar una de las camperas: «Mirá, es muy linda y abrigada». El último trabajo de Daniel fue una suplencia de encargado de un edificio, «pero la administradora me hizo renunciar con la promesa de que después me iba a volver a tomar junto a mi mujer y no lo hizo. Me quedé sin nada», explica. Desde entonces se la «rebusca» como puede: pintando paredes, arreglando televisores, lo que sea para sobrevivir.
«Acá nos dan una mano grande con la comida -acepta Andrea-; yo cobro la Asignación Universal por Hijo (AUH), pero no alcanza. Estamos a mediados de mes y solo nos quedan 1600 pesos. Hay que estirarlo lo más que se pueda».
Estas familias tienen que lidiar con la incertidumbre de no saber si van a tener pañales, leche o útiles para que sus hijos vayan a la escuela. Eso es lo que más los angustia. Andrea y Daniel tuvieron que aprender muchas cosas este último tiempo, entre ellas, los circuitos para pedir ayuda.
«Las últimas crisis en Argentina han tenido ciertas particularidades, pero quizás la actual tiene mayor impacto y extensión. Ha habido un empobrecimiento de las clases medias y medias bajas, sobre todo en el conurbano», explica Agustín Salvia, director de Investigación del Observatorio de la Deuda Social Argentina de la UCA.
«El resultado -continúa Salvia- es un aumento de la desigualdad, una mayor polarización entre la clase media alta, con capacidad de acumular riqueza, y los sectores populares, que tienen un piso de protección cubierto por el Estado a fin de evitar el estallido social. A estos últimos se siguen sumando sectores de las clases medias bajas, que no son beneficiarios de esos mecanismos de protección como pueden ser los comedores escolares o los subsidios. Desde el punto de vista social, caer en estos sistemas sería un estigma que se trata de resistir».
Fue muy difícil acercarnos a pedir un plato de comida, y nos sigue costando
Daniel
Justamente esa dificultad de reconocer su nueva realidad y los sentimientos que les genera, los hace tardar en acercarse a pedir ayuda. «Los nuevos pobres -argumenta Fumarola- saben de la dignidad del trabajo, lo que es dormir en una cama bajo techo, comer todos los días, por eso se acercan a nosotros con mucha vergüenza, a buscar eso que no llegan a cubrir y que puede ser un plato de comida, un abrigo, útiles o pañales. Son personas que solo están esperando una oportunidad».
La reducción de los ingresos familiares -producto de la falta de trabajo o su precarización- las sumerge en una vulnerabilidad que también se ve reflejada en otras dimensiones como la vivienda, la salud y la vestimenta.
«Los ingresos son solo una de las dimensiones de la pobreza, y es necesario considerar otros factores para lograr una transformación real y de largo plazo, como asfalto, agua, cloacas», hacen hincapié desde la cartera de Desarrollo Social. Además, explican que siguen trabajando en mejorar los ingresos monetarios de las familias, con medidas como el adelanto de la movilidad de todo el año para la AUH.
Otro horizonte
Una buena noche en la vida de Mariana es conseguir una cama en el refugio de mujeres del Ejército de Salvación. Las otras opciones son aún más injustas. «Para no estar en la calle duermo en la Guardia del Hospital Gutiérrez o en la terminal de Retiro, pero a las cuatro de la mañana te sacan», aclara.
Israel, de apenas dos años, es indiferente al drama. Pide bajarse de los brazos de su madre para acercarse más al lente de la cámara que lo retrata. Quiere jugar. «Mi hijo tiene derechos, yo estoy reclamando por él más que por mí, que alguien vea que un chico de dos años duerme en la calle», dice.
De acuerdo al Primer Censo Popular sobre población en situación de calle realizado recientemente por más de 40 organizaciones sociales, con el apoyo del Ministerio Público Fiscal, la Defensoría del Pueblo y la Auditoría General, unas 4394 personas viven y duermen en el espacio público porteño. Otras 1490 se refugian temporalmente en paradores. Si la suma incluye a todos aquellos «en riesgo de calle», es decir, los que acceden a hoteles y pensiones través de subsidios o amparos habitacionales, la cifra supera los 25.000.
No sé qué va a pasar, pero lo que más me preocupa es mi hijo, él necesita tener una casa digna y poder ir al jardín
Mariana
Mariana creyó que sus 21 años le aseguraban un lugar en el mercado laboral. Hasta principios del 2019 era una agente inmobiliaria en una empresa de renombre, pero el ascenso meteórico del dólar derrumbó las ventas y, en consecuencia, las comisiones. Renunció para buscar un trabajo con sueldo fijo. No lo encontró. Las necesidades de un niño de dos años le fueron consumiendo el ahorro. Demasiado pronto se quedó en la calle con solo lo puesto. No cobra ningún tipo de subsidio ni la AUH, «porque siempre me falta algún papel», se lamenta.
Ella es argentina pero toda su familia está en Perú. Cuenta que se separó del papá de Israel desde que estaba embarazada porque era una persona violenta. «Así empecé un camino sin rumbo», relata Mariana.
«Hay un crecimiento exponencial de la población en situación de calle y sobre todo de gente que no tiene experiencia de vida en la calle, que tiene herramientas, pero no ha podido levantarse. Por eso nuestro lema empezó a ser ‘La situación de calle también tiene que ver con vos’; la realidad cambió y nos puede tocar a todos», remarca Claudia Enrich, coordinadora de Ciudad Sin Techo, uno de los impulsores del censo.
Mariana no puede creer cuántos derechos fue perdiendo -algunos que antes ni se cuestionaba-, como darse un baño caliente todos los días. En el Refugio, las duchas se habilitan los jueves, por lo que bañarse pasó a ser para ella y su pequeño un derecho semanal. «Tengo que salir adelante porque mi hijo necesita tener una casa digna e ir al jardín», asegura la joven. Israel pide volver a los brazos de su madre. Ella le da el gusto y lo envuelve en una frazada.
Estas oportunidades que espera Mariana -y tantos otros-, parecieran cada vez más difíciles de conseguir. Eugenia Sconfienza y Alexandra Carballo fundaron Cultura de Trabajo, una organización que trabaja para que personas en condiciones socioeconómicas desfavorables, puedan insertarse al mercado laboral. Ambas destacan que la cantidad de contrataciones por parte de los empleadores disminuyeron de manera dramática, lo que provocó que la población más vulnerable se resienta. «Si antes las empresas contrataban a tres personas, ahora contratan a uno. Realmente notamos esa diferencia en la demanda», remarca Carballo.
Por su parte, Sconfienza subraya que «los incrementos en las tarifas afectan la búsqueda de empleos de los sectores medios y de bajos recursos, lo que genera una rueda de exclusión porque si la persona no puede cargar la sube o pagar el celular se le hace muy difícil acceder a oportunidades de trabajo». Y concluye: «esta es una de las grandes razones por las que mucha gente se ha caído del sistema».
LOS DESAFÍOS QUE ATRAVIESAN
Modificación de la economía familiar : son familias que pasaron a formar parte del 32% de la población urbana pobre, en un contexto sacudido por la inflación, sobre todo en el precio de los alimentos. Salvia explica que «quizá muchas tenían problemas de carencias multidimensionales estructurales, pero ahora sumó la incapacidad monetaria en temas de consumo».
Precariedad o falta de empleo: muchos perdieron el trabajo o viven de «changas» o empleos temporales. Según los datos del Indec correspondientes al último trimestre de 2018, hay un 9,1% de personas sin empleo. Esta cifra asciende a casi un 18% si se considera también a aquellos subocupados involuntarios, que están dispuestos a trabajar más horas.
Primera vez que piden ayuda social: desde empezar a asistir a puntos de encuentro de organizaciones para retirar donaciones o a comedores comunitarios, hasta tramitar beneficios como la AUH. Muchas organizaciones sociales que acompañan a personas en situación de vulnerabilidad aseguran ver acercarse con pudor a familias que antes no lo hacían.
Dificultad para seguir alquilando: para muchas familias, alquilar una vivienda es cada vez más difícil. «La mitad de los inquilinos gasta la mayor parte de sus ingresos en el alquiler», detalló un relevamiento de la Defensoría del Pueblo de la Ciudad. Una de las salidas para personas en situación de calle, desalojadas o potencialmente sin techo, es gestionar el subsidio habitacional.
Cómo colaborar con los que ayudan
Caminos Solidarios
Una vez por semana recorren diferentes puntos de la Ciudad llevando comida, bebidas, ropa, calzado a personas como Mariana o Andrea y sus familias; reciben todo tipo de ayuda; caminossolidariosargentina@gmail.com
Fundación Cultura del trabajo
Ayudan a la reinserción laboral de personas en situación de calle o vulnerabilidad social; necesitan más vacantes de empleos y dinero para ayudar a sus asistidos a cargar la SUBE y el celular, con aportes de 63 pesos semanales
Cáritas
Tienen diferentes programas, como becas para estudiantes, meriendas y también brindan ayuda a necesidades específicas y urgentes de familias que se encuentran en situación de emergencia socioeconómica. Se puede colaborar con dinero desde $100 por mes o con donaciones de ropa y alimentos; Tel.: (011) 4342-8650
Amigos en el camino
Ayudan a personas en situación de calle a cubrir sus necesidades básicas y a dejar la calle, ya sea asesorándolos legalmente o ayudándolas si tienen adicciones. En este momento, buscan voluntarios para sumarse a sus visitas
Bearded Villains Argentina
Todas las semanas caminan las calles de Boedo y Balvanera, en CABA, dando comida caliente, abrigo y atención a las familias en situación de calle. Si bien se autofinancian, necesitan donaciones de ropa para todas las edades; Facebook.com/beardedvillainsargentina
Fundación Sí
Realizan recorridas nocturnas en más de 15 ciudades de todo el país, para ayudar a mejorar la calidad de vida de las personas que duermen en la calle; también en reinserción social y escolar. Reciben donaciones y buscan voluntarios
El «rebusque de la comida», la cara más cruel de la indigencia
A Silvia Acum, 54 años, cinco hijos, presidenta de la Asociación Civil de Recicladores de Bariloche, le pasa como a todos: tiene días buenos y malos. Los peores son siempre iguales, aunque cambian las caras. Puede ser la de una nena que apenas sabe hablar. La de un bebé incapaz de sacarse una mosca de la frente. O la de un anciano exhausto por el esfuerzo de revolver la basura para no morir de hambre.
«Es el rebusque de la comida -define Silvia-, la parte más crítica, personas que tienen mucha necesidad y llegaron a eso. Nosotros convivimos con ellos porque vienen todos los días al vertedero y cada vez son más. Hasta hay chicos metidos en la basura. Eso es lo más triste».
De acuerdo al estudio de Unicef sobre los «Efectos de la situación económica en la niñez y la adolescencia», casi la mitad de los niños, niñas y adolescentes de Argentina (48%) sufre por lo menos una privación de sus derechos básicos y fundamentales; y un 8,6% de ellos reside en hogares que no llegan a cubrir la Canasta Básica de Alimentos. Y según los últimos datos del Indec, creció de 4,8 a 6,7%, unos 800.000 indigentes más, subiendo la cifra a 2.700.000 de personas.
Pero, sin dudas, el dato que más preocupa del informe de Unicef es el referido al incremento en la cantidad de personas que se internan a diario en los basureros municipales por hambre. «El año pasado eran 50 familias las que venían al manto (basural) a buscar comida, ahora hay cerca de 150», precisó uno de los testimonios incluidos en el documento.
Silvia cuenta que al vertedero municipal de Bariloche, ubicado a unos siete kilómetros del Centro Cívico, camino al Bolsón, llegan a diario camiones desde los supermercados. Por lo general, descartan lo que tenga el envase o el envoltorio roto. Se trata de lo más preciado para las familias que van a buscar comida porque los productos «no están sucios ni vencidos».
«Yo estoy hace veinte años en el vertedero y los últimos quince dentro de la planta de reciclado, pero antes era igual que ellos; había llegado por necesidad, no tenía trabajo y vivía sola con mis hijos. Esta situación me hace acordar a la de 2001», concluye Silvia.
Por: Gastón Rodríguez | Foto portada: Ignacio Sánchez
Fuente: La Nación