SáBADO, 30 DE NOV

Cosas raras, bestias sueltas

A pocos meses de cumplirse cuatro años de la muerte del músico Adrián Rodríguez en el ya demolido Café de la Flor, continúa la espera, la paciencia, el ansia de justicia de familiares y amigos y prevalece la necesidad imperiosa de que se haya tomado conciencia para evitar futuras tragedias en un escenario. ¿Qué ocurrió con la causa? Nota especial para el #1 de la revista de 70/30.

Por Facundo Díaz D’Alessandro – 70/30

El domingo 12 de octubre de 2015, el grupo Raras Bestias se subió al escenario del histórico Café de la Flor de Mendoza 862, siendo la primera de las cuatro bandas que se iban a presentar esa noche, sin saber que sería la última de ese bar por el que tantos músicos supieron pasar. En aquella presentación perdió la vida Adrián Rodríguez, bajista de la banda, al recibir una descarga eléctrica que Gonzalo Agustín, el guitarrista, estaba sufriendo al agarrar el micrófono para dedicarle el próximo tema a sus amigos.

Más tarde trascendió que el electricista, Fernando Campodónico, había puenteado el disyuntor del tablero de conexiones presuntamente a pedido de Ariel Scharf, propietario del Café -imputado por inobservancia de sus obligaciones y negligencia-, ante los cortes de luz que el bar había sufrido durante las funciones de viernes y sábado, en una actitud negligente, inoperante e irresponsable. Más aún cuando el local no recibía ninguna inspección desde abril de ese año.

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Pablo Akerman había sido el encargado de inspeccionar el bar y certificar que se encontraba en condiciones de funcionar. Lo había hecho seis meses antes de la muerte de Adrián Rodríguez. Por haber firmado que las instalaciones del Café de la Flor estaban aptas, la fiscal que instruyó la causa, Valeria Piazza Iglesias, le imputó los delitos de incumplimiento de los deberes de funcionario público en concurso real con falsificación ideológica de documento público en dos hechos en concurso real entre sí, a pesar de lo cual fue en su momento ascendido a coordinador de la Dirección de Habilitación en la Secretaría de Gobierno municipal. Por estos cargos, Akerman enfrentó la pena de 3 años de prisión condicional y 10 años de inhabilitación para ejercer cargos públicos. Una semana después del demorado inicio del juicio, el lunes 26 de noviembre de 2018, el juez Juan Andrés Donnola absolvió a Akerman, para sorpresa de la fiscal, quien apeló esa sentencia.

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Los otros dos imputados son el dueño del bar, Adrián Scharf, para quien pesa un pedido de 4 años de prisión efectiva y 10 de inhabilitación para actividades comerciales, y el electricista, Fernando Campodónico, a quien se le pidió 5 años de prisión efectiva y 10 años de inhabilitación para ejercer en su profesión. Se espera que esos juicios se lleven a cabo durante este año, aunque fuentes judiciales ya han adelantado que “se espera un proceso largo”.

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Larga también es la paciencia, el ansia de justicia de familiares y miembros de la banda que integraba Adrián, así como la necesidad imperiosa de que a casi cuatro años de ese hecho tanto dueños de locales, productores y hasta músicos (para cuidarse la espalda), hayan logrado sentar alguna conciencia que evite futuras tragedias, y un escenario nunca más sea una zona de peligro vital. Adrián Rodríguez será siempre memoria; el Café de la Flor, por su parte, ya es polvo y escombros: a fines de marzo, el dueño del inmueble que usufructuara Ariel Scharf, ordenó su demolición.

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