SáBADO, 30 DE NOV

“Los venenos que se utilizan en la actividad portuaria afectan tanto a los trabajadores como a la población”

Palabras de Marcelo Sosa, un ex trabajador de Servicios Portuarios que decidió romper el silencio. Un relato que amalgama dos luchas bien definidas, una realidad que no puede pasar desapercibida.

 

El camino del trabajador en un sistema para nada amigable, cuenta con innumerables baches que hacen de su vida un verdadero suplicio. El tiempo y la libertad, lo más preciado que una persona puede reunir, son administrados por un poder económico que todo lo corroe.

La  historia de “los rotos”, los trabajadores que la industria prescinde, choca no sólo contra la desidia patronal, sino también con la entrega sindical. En este universo que se debate entre explotadores y explotados, la figura de aquellos que se animan a gritar su derrotero cobra fuerza, sin embargo, suele disiparse con rapidez ante tamaño aparato de coacción.

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Marcelo Sosa tiene 45 años, estuvo ligado a Servicios Portuarios hasta que la empresa decidió prescindir de sus días. Un accidente en plena actividad, le ocasionaría la fractura de una vértebra, lo cual le demandaría 5 meses de recuperación. Al segundo día de estar reincorporado, recibiría una noticia demoledora, “el 23 de noviembre me comunicaban que había sido despedido, el argumento fue que no me encontraba trabajando en el momento de mayor producción. Cabe destacar que primero eso no es cierto, y segundo, lo mío no fue antojadizo, estuve en recuperación de una lesión producto de la labor que realizaba en las Unidades Portuarias V y VI”, le dijo Sosa a Conclusión.

Este modelo de país impulsa la precarización laboral, es por ello que este caso va en clara sintonía con lo antes mencionado. “La empresa va despidiendo a los efectivos para darle paso a las tercerizadoras. Esto se palpa, no tuvieron reparo alguno de apartar a una persona que venía de una lesión como es mi caso, imaginate lo que les deparará al resto de los compañeros el día de mañana”.

El modelo productivo y el uso de venenos, trabajadores y vecinos en alerta

La voz de los vecinos del acceso sur de Rosario se viene alzando hace mucho tiempo sin encontrar respuesta alguna por parte del Estado. Los mismos vienen denunciando la contaminación generada por el funcionamiento de los 180 silos ubicados en el espacio del ENAPRO en el Puerto de Rosario.

Contaminación visibilizada por el polvillo y cascarillas que permanentemente riegan los barrios con veneno, provocando problemas de salud en la población. Este agente contaminante residual, llega por el aire afectando a barrios como La Sexta, Tablada, Echeverría, Villa Manuelita, Universitario, Municipal, y otros. La “llovizna” de polvillo y cascarillas de cereal (en general de tono rojizo) inundan patios, terrazas y calles, sembrando inquietud para los neófitos en el tema, y suma preocupación en los concientizados sobre sus efectos.

Sobre esto, Marcelo Sosa brindó información de vital importancia, sosteniendo que “los trabajadores portuarios deben convivir con ratas y venenos peligrosísimos”. Un paradigma que debe resquebrajarse, pero que lejos de suceder se consolida.

“Es imposible que un trabajador pueda estar 12 hs con una máscara, los gases que emana la fosfina que se utiliza son altamente mortales. No existe inversión en seguridad, a los eventuales se les da un “barbijo”, sabemos que el mismo tiene una vida útil de 2 o 3 hs, lo que los deja en una situación de desamparo notable”, relató Sosa.

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Las cintas que cargan el cereal van dejando un residual al costado de las mismas que en muchas oportunidades no se recoge debido al no funcionamiento de las aspiradoras. Acá el ex trabajador portuario hizo vital hincapié: “Al cereal se lo fumiga con químicos tanto en el sótano como en el sobresilo, una verdadera bomba de tiempo para todos aquellos que tienen contacto con el mismo. Cuando las aspiradoras funcionan, el residual es arrojado en una especie de cloaca que luego decanta en el río Paraná, es decir, los venenos llegan al agua”.

El veneno también se abre paso por el aire, “tanto las cascarillas, como el polvillo residual que pulula por las Unidades, se expande por gran parte de la zona sur generando verdaderas nubes tóxicas. Esto es algo serio, ya que los venenos utilizados en la actividad portuaria son muy peligrosos para la salud humana”, enfatizó

Distintas afecciones son las que padecen a lo largo de su estadía laboral aquellos que deben convivir en lo cotidiano con este tipo de tóxicos. “Existe un chequeo médico que se realiza una vez al año, pero este no contempla exámenes de sangre, donde con claridad se podría constatar el grado de exposición a los venenos. Sólo se remiten a controlar si el trabajador sufre de epoc o sordera”.

Sobre el accionar del Ministerio de Trabajo fue tajante: “Controlan la actividad cuando no hay movimientos de camiones, es decir, ingresan al puerto cuando hay poco trabajo y las condiciones de limpieza están más o menos controladas. Cabe destacar que esto no es casualidad”.

Para concluir, el ex trabajador portuario no quiso dejar afuera la actitud pasiva del Sindicato, “la Ex Junta Nacional de Granos es un sindicato amigo de la patronal que poco le importó la actitud nada contemplativa que tuvo la empresa. Mientras que una familia quedaba acorralada, ellos se encargaban de garantizar que los compañeros no pudiesen generar ninguna actitud solidaria para conmigo”.

La de Marcelo Sosa no es una historia más, ya que la misma carga en su médula la resistencia estoica de aquellos que deben hipotecar su salud a cambio de un salario. Un mensaje que trasciende las fronteras portuarias, interpelando la actitud del Estado en todo su conjunto.

 

 

 

 

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