MIéRCOLES, 27 DE NOV

Premio Nobel de la Paz para el congoleño Denis Mukwege y la ex esclava sexual yazidí Nadia Murad

Fueron reconocidos por sus esfuerzos para poner fin al uso de la violencia sexual como arma de guerra. Ambos arriesgaron sus vida luchando  contra los crímenes de guerra y pidiendo justicia para las víctimas".

El congoleño Denis Mukwege y la ex esclava sexual yazidí Nadia Murad han sido galardonados este viernes con el Premio Nobel de la Paz por «sus esfuerzos para poner fin al uso de la violencia sexual como arma de guerra».

Ginecólogo y víctima, respectivamente, Denis Mukwege y Nadia Murad encarnan una causa planetaria que supera el marco de los conflictos, como atestigua la ola planetaria #MeToo desatada hace exactamente un año por unas revelaciones de prensa.

«Denis Mukwege y Nadia Murad arriesgaron ambos personalmente su vida luchando valientemente contra los crímenes de guerra y pidiendo justicia para las víctimas», indicó la presidenta del Comité Nobel, Berit Reiss-Andersen. «Un mundo más pacífico solo se puede lograr si las mujeres, su seguridad y derechos fundamentales son reconocidos y preservados en tiempos de guerra», agregó.

Las Naciones Unidas se congratularon por este «fantástico» anuncio que «ayudará a hacer avanzar el combate contra la violencia sexual como arma de guerra en los conflictos». «Es una causa muy importante para las Naciones Unidas», precisó la portavoz de la ONU en Ginebra, Alessandra Vellucci.

El año pasado, el premió recayó en la Campaña Internacional para la Abolición de las Armas Nucleares (ICAN) por su contribución a la adopción de un tratado histórico de prohibición del arma atómica.

Tras el premio de la Paz, el único que se entrega en Oslo, el de Economía clausurará la edición 2018, en Estocolmo.

Los Nobel, consistentes en una medalla de oro, un diploma y un cheque de 9 millones de coronas suecas (unos 865.000 euros, 990.000 dólares) se entregarán formalmente en Oslo y Estocolmo el 10 de diciembre, aniversario de la muerte de su fundador, Alfred Nobel (1833-1896).

En un testamento redactado un año antes de su muerte, el inventor de la dinamita había deseado ver recompensados a «quienes durante el año transcurrido prestaron a la humanidad los mayores servicios».

El médico que repara a las mujeres

Trabajar sin descanso y nunca resignarse ante el horror. Esta es la máxima de Denis Mukwege, el doctor que «repara» a las mujeres violadas en el este de la República Democrática del Congo (RDC) y que este viernes ganó el Premio Nobel de la Paz junto a la yazidí Nadia Murad.

A dos meses y medio de unas cruciales elecciones en RDC, el jurado del Nobel ha recompensado asimismo a una de las voces más críticas hacia el régimen del presidente Joseph Kabila, más escuchada en el extranjero que en el propio país.

«El hombre deja de ser hombre cuando no sabe dar amor ni esperanza a los demás», declaró en 2015 a los empleados del hospital de Panzi que dirige en Bukavu, la capital de la provincia de Kivu del Sur.

Tiene 63 años, está casado y es padre de cinco hijos. Estudió en Francia, donde pudo trabajar, pero no lo hizo. Optó por regresar a su país y quedarse en él durante los momentos más oscuros.

Su padre, un pastor pentecostal, le ha inculcado la fe. Es muy creyente y «vive sus valores en todo lo que hace» y sobre todo «nunca se da por vencido», cuenta una europea que colaboró con él varios años en Panzi.

Su combate por la dignidad de las mujeres víctimas de los conflictos que devastan el este de la República Democrática del Congo desde hace más de 20 años lo expone a todo tipo de peligros. Está acostumbrado a las amenazas. Una noche de octubre de 2012 escapó a un intento de atentado. Después de un breve exilio en Europa, en enero de 2013 regresó a Bukavu. No podía abandonar a sus pacientes. Viaja a menudo al extranjero para alertar sobre la tragedia del este congoleño y denunciar el recurso a la violación como «arma de destrucción masiva» en las guerras.

Entre dos viajes al extranjero, como este año a Irak para luchar contra la estigmatización de las mujeres violadas yazidíes, se ve obligado a vivir recluido en su hospital bajo la protección permanente de soldados de la Misión de las Naciones Unidas en Congo (Monusco).

«Es un hombre recto, justo e íntegro pero intratable con la mediocridad», describe el doctor Levi Luhiriri, médico del hospital.

 «El doctor Milagro» 

Denis Mukwege nació en marzo de 1955 en Bukavu, en lo que antes era el Congo belga. Es el tercero de nueve hijos. Después de cursar estudios de medicina en el vecino Burundi, regresó a su país para ejercer en el hospital de Lemera, en Kivu del Sur.

Fue entonces cuando descubrió el dolor de las mujeres que por falta de cuidados sufren graves lesiones genitales posparto que las condenan a una incontinencia permanente.

Se especializó en ginecología y obstetricia en Francia. Volvió a Lemera en 1989, al servicio de ginecología del hospital, un centro que quedó en ruinas cuando estalló la primera guerra del Congo en 1996.

En 1999 el doctor Mukwege creó el hospital de Panzi. Lo concibió para permitir a las mujeres dar a luz en condiciones óptimas. En poco tiempo el centro se convirtió en una clínica de tratamiento de las violaciones debido al horror de la segunda guerra del Congo (1998-2003), durante la que se cometieron numerosas violaciones masivas.

Esta «guerra contra el cuerpo de las mujeres», como recuerda el médico, continúa por la presencia de milicias en zonas del norte y del sur de Kivu.

El cirujano tiene manos prodigiosas. Lo llaman el «doctor milagro» porque gracias a él muchas mujeres han podido recuperarse. En 2015 obtuvo el grado de profesor de la universidad libre de Bruselas, donde defendió su tesis sobre el tratamiento de las «fístulas traumáticas urogenitales». Su labor le ha valido recompensas en Europa, Estados Unidos y Asia.

Este defensor de la dignidad humana desborda de energía, y en 2014 fundó un movimiento feminista masculino, V-Men Congo.

Y es imagen de una campaña mundial que incita a las grandes multinacionales a controlar sus cadenas de aprovisionamiento para asegurarse de que no compran «minerales de sangre», que contribuyen a alimentar la violencia en el este del Congo.

Desde 2015, su país atraviesa una crisis política salpicada de violencia. También lo condena. «El hombre que repara las mujeres», como describe un documental sobre su combate, ha denunciado «el clima de opresión […] y la restricción del espacio de las libertades fundamentales».

A aquellos que piensen que tiene aspiraciones políticas, les dice que lo único que le importa son sus pacientes pero que no se crean que renunciará a la libertad de expresión.

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