JUEVES, 28 DE NOV

Un símbolo

Por Rafael Ielpi (*)

Supe de un uruguayo llamado Eduardo Galeano en los finales de la década del 50 e inicios de la siguiente, en el legendario semanario “Marcha” que dirigía un ejemplo de ética periodística llamado Carlos Quijano. galeano1Allí, solían aparecer casi regularmente unos dibujos firmados por Gius, trazados por la mano del futuro autor de “Memorias del fuego”. Gius no era otra cosa que la versión fonética de su apellido paterno Hughes, el que dejaría de lado en su carrera literaria para reemplazarlo por el Galeano materno.

Pero fue la aparición de “Las venas abiertas de América latina” la que se constituyó en un punto de inflexión en la visión que muchos de los jóvenes y no tan jóvenes de la generación de esos años, tenían de la cronología de sufrimiento, dominación y explotación del continente, desde una visión certera, apasionada, documentada y bien escrita.

El libro se constituyó en un clásico, aun cuando el propio Galeano afirmara, no hace mucho, que no volvería a escribirlo. La afirmación –inusual en un escritor- señala, además de que el siglo XXI permite otras lecturas de Latinoamérica que las de las décadas del 60/70, su innegociable honestidad intelectual.

Después, Galeano iba a transitar por la literatura escribiendo textos que aunaban lo poético con lo descarnado de la realidad, los amores y los odios, las maravillosas historias que generan los pueblos del mundo y en especial los de su propio continente, voces centenarias cuyos relatos recogió, preservó y transformó en narraciones casi mágicas. Desde “Vagamundo” a la trilogía  “Memoria del fuego” o “El libro de los abrazos”, sus libros siempre fueron recibidos con fervor.

El mismo que él sintiera hacia el fútbol, una de sus reales pasiones, reflejada en relatos y crónicas de antología.

Inclaudicable defensor de la libertad de expresión, de los “condenados de la tierra” a los que Franz Fanon dedicara un libro ejemplar, de políticas que terminaran con la inequidad y la marginación social, de los derechos humanos (el prestigioso premio sueco “Stig Dagerman”  de 2010 reconocía justamente esos valores en su obra y trayectoria), Galeano fue además un intelectual capaz de ser leído y comprendido por la gente, un fascinante narrador oral como lo probaron sus atrapantes ciclos televisivos. Su visita a Rosario en 2004, durante el III Congreso de la Lengua Española mostró la adhesión que su charla pública con el “Negro” Fontanarrosa en un teatro provocó en un auditorio mayoritariamente de jóvenes, que colmaron ese espacio. Estaban asistiendo a la cita con uno de los grandes escritores de esta parte del mundo, hijo de un “paisito” como dicen los propios uruguayos, del que sin embargo, surgieron Benedetti, Onetti, Felisberto Hernández, Armonía Somers, Ida Vitale, Idea Vilariño, Alfredo Zitarrosa, Daniel Viglietti y muchos otros, que junto a él enriquecieron nuestras vidas con su obra.

(*) Escritor, Ciudadano Ilustre de Rosario, director del Centro Cultural Roberto Fontanarrosa

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