MIéRCOLES, 27 DE NOV

Ludmila: el caso de una niña de dos años con glifosato en su sangre

La comuna de Bernardo de Irigoyen afronta uno de los casos más terribles de contaminación por agrotóxicos. El caso de una niña al borde de la leucemia que conmueve a propios y extraños.

Por Alejandro Maidana

A poco más de 100 km de distancia de Rosario, se encuentra la pequeña población de Bernardo de Irigoyen. Con mucha fuerza se pueden contar 2.000 habitantes que viven aferrados a la agricultura como única manera de subsistencia.

El avance sostenido del transgénico desde 1996, trajo consigo una oscura nube de enfermedades y muertes a causa de los pesticidas, socio fundamental de este tipo de cultivos. Ordenanzas pisoteadas, gobiernos cómplices, y el avance a paso firme de un modelo de producción que no entiende de calidad de vida, hacen de los días de muchos argentinos una verdadera penuria.

El capital jugará siempre con las cartas más altas en la partida de la vida, este titiritero de la desidia y la perversidad, sólo le teme a un solo avance, al de la conciencia de las mayorías.

Una casa que linda con el horror

El humilde hogar de la familia Terreno, es lindante de un depósito de agrotóxicos de la firma José Pagliaricci. En el mismo se almacena tanto Glifosato como Round Up, algo prohibido en las zonas urbanas, ya que debería respetar las ordenanzas que nadie se esfuerza  por hacer cumplir.

El joven papá de Ludmila, prefiere no hablar, está cansado y aturdido por una situación que lo ha desbordado. Su pequeña hija de 2 años y 4 meses, está padeciendo lo que se viene denunciando hace años, el envenenamiento por agrotóxicos.

 

 

 

 

 

 

 

En el mes de noviembre del año pasado, la niña estuvo internada 30 días debido a su pérdida de peso y deshidratación, ya que un cuadro de vómitos severos la invadió. Esto alertó a sus familiares que rápidamente la trasladaron hasta el S.A.M.CO de Barrancas, para terminar en el Hospital de Niños de Santa Fe, allí los pediatras de la Institución le diagnosticarían Glifosato en sangre.

El comienzo de un camino espinoso

Con la probabilidad cierta de contraer leucemia, algo que los especialistas no descartan, la pequeña Ludmila pelea por recobrar el espíritu libre que le cercenaron los garantes de la muerte.

Roberto Schiozzi es un técnico mecánico que en marzo estará cumpliendo 70 años, vecino del lugar y fundador del “Centro ecológico del Paraná de Coronda”, se puso al hombro la lucha de la familia Terreno.

“Hace años que este pueblo dejó de ser lo que era, hoy los intereses son los que manejan sus destinos. Duele ver cómo nos envenenan diariamente ante la vista de las autoridades políticas, siento que la vida ha perdido valor”, le dijo a Conclusión.

Consultado sobre el caso de Ludmila sostuvo, “esta familia me vino a pedir una mano para poder iniciar acciones legales y de esa manera lograr protección. No lo dude un minuto y me puse a disposición, no es posible que para demostrar que nos están matando tengamos primero que morir”.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Schiozzi acompaño a la familia Terreno a radicar la denuncia en la Fiscalía de la Acusación en Santa Fe.

“Por suerte hemos encontrado una respuesta positiva del fiscal Jorge Nessier, quién rápidamente se puso a trabajar. La recopilación de pruebas médicas y del terreno afectado fue lo primero que se realizó, esperamos novedades alentadoras en los próximos días”, expresó.

El dueño del depósito (Pagliaricci), desapareció del lugar, parece haber sido abducido por un Ovni. La figura del Presidente Comunal es la que cobra fuerzas, “lo primero que me dijo, es que no podía hacer nada. Pero la realidad es tan explícita, que ahora no le ha quedado otra salida que ponerse a disposición del papá de Ludmila. Ese depósito debe retirarse del lugar, existe un barrio lindante que está en riesgo como cada uno de nosotros, es una locura que esta gente lave a las máquinas fumigadoras en ese sitio. Esto no se soluciona con multas, si con la prohibición y control verdadero”.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La historia de envenenamientos por agrotóxicos, no cesa. El desprecio parece haberse naturalizado en aquellos que ponen por delante los agronegocios, a cualquier intento de preservación de la vida. En Bernando de Irigoyen una niña de apenas dos años encabeza la resistencia de un pueblo que aprendió a gritar contra las injusticias, a la fuerza, porque la conciencia es hija del rigor, y la transformación de la realidad, es obra de los valientes.

 

 

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