MARTES, 26 DE NOV

Charlie Hebdo en un paulatino regreso a la normalidad

El semanario francés se encuentra en vías de normalizarse luego del terrible atentado. Entre las víctimas fatales de aquel 7 de enero se encontraba el economista francés Bernard Maris que fue editor y accionista de la revista.

El semanario satírico francés Charlie Hebdo volverá a los quioscos el miércoles, mes y medio después del atentado que diezmó parte de su redacción, incluidas algunas de sus grandes figuras.

El equipo de la revista tuvo que descansar, tras el número que publicó una semana después del ataque contra su sede en el que murieron 12 personas, entre ellas cinco caricaturistas y el editor Bernard Maris, el 7 de enero en París.

La redacción lidió con todo tipo de emociones a raíz de lo ocurrido y asistió a un gran movimiento de solidaridad con el semanario, que vendió ocho millones de ejemplares del llamado número de los «supervivientes».

«Teníamos que tomar un respiro, detenernos y descansar un poco. Había gente que necesitaba volver al trabajo enseguida, como yo, y otros que necesitaban más tiempo», explica Gérard Biard, redactor jefe de Charlie Hebdo.

El equipo tuvo que recobrar las costumbres, volver a escribir y a dibujar como antes. El dibujante Riss, que resultó herido durante la matanza, se convirtió en el nuevo jefe del diario, sucediendo a Charb, una de las víctimas de los hermanos Kouachi. A la espera de encontrar nuevos locales, la redacción sigue trabajando en la sede del diario Libération.

Siguiendo la tradición, la próxima portada se elegirá el lunes, en función de la actualidad.

Entre las víctimas del atentado, se encontraba el economista Bernard Maris, de 68 años, editor y accionista del semanario, miembro además del consejo del Banco de Francia y autor de la columna que firmaba bajo el pseudónimo “Oncle Bernard” (Tío Bernard).

El periodista era un duro crítico de la teoría económica ortodoxa y sus “profesionalizados voceros mediáticos» como él decía. Maris se planteaba para qué sirven los economistas. Y citaba también el nombre de la famosa astróloga Soleil diciendo: “Si la economía es una ciencia que predice el futuro, entonces el más grande economista es Madame Soleil”.

Pero el doctor se extendía a otras funciones falsas del conocimiento económico en su discurso: “si la economía es la ciencia del mercado, los economistas no sirven para nada”; “si solo trata de la confianza, el más grande economista sería Freud”; “si la economía es una religión, el mejor economista será el papa”; y “si la economía solo es chisme y cháchara, muchos periodistas pueden optar al galardón”.

“¿Están, pues, los economistas condenados a representar el papel de gurús, brujos o bufones del capital?” No necesariamente. Pueden también “denunciar a los mercaderes de mentiras, hablar de la ciencia económica, reflexionar acerca del valor y la riqueza”. En definitiva, “colocar al ser humano en el centro del universo y la economía en su órbita” decía Maris.

Diplomado en Ciencias Políticas por el Instituto de Estudios Políticos de Toulouse en 1968, Bernard Maris se doctoró posteriormente en Ciencias Económicas en la misma Universidad en 1975. Fue  profesor asistente primero, y luego pasó a ser profesor titular en septiembre de 1994 en el Instituto de estudios políticos. También ejerció como profesor en el Instituto de Estudios Europeos de la Universidad París-VIII, y la Universidad de Lowa (Estados Unidos) donde impartió clases de microeconomía.

«¿Para qué sirven los economistas?», se cuestiona Maris. «Sus pomposos discursos, explicaciones contradictorias, repentinos cambios de ideas y tecnicismos incomprensibles no pueden ocultar el hecho de que se equivocan y arrastran a equivocarse a sociedades enteras», critica.

También pone como ejemplos a Premios Nobel de Economía al borde de la quiebra, como los Nobel Merton y Scholes, quienes crearon con John Meriwether el LTCM, a gurúes como Soros que sufren pérdidas millonarias al apostar su fortuna al número incorrecto, a sabihondos como el ex director del FMI, Michel Camdessus, que no fue capaz de prever las crisis de Asia, México y Brasil, o al «bobo» de Trichet, quien «no vio profundizarse el hoyo del CreditLyonnais». El economista expone estos casos, con humor y verbo ágil, «para demostrar la agonía de la ciencia económica en el mundo según su visión».

«¿Entonces, los herederos de Adam Smith (economista y filósofo escocés) están condenados al papel de brujo, de gran sacerdote o de gurú?” Maris considera que no. «Pueden denunciar a los mercaderes de mentiras, hablar de la ciencia económica, reflexionar acerca del valor y la riqueza. También pueden optar por el bajo comercio y vender su bella ciencia a cambio de las lentejas del peritaje y contentarse con el papel de bufones de los cuales uno se puede burlar dos veces por año, cuando se presentan las proyecciones de crecimiento, y todos los días, cuando la mafia rusa recicla los dólares que con falso candor le han prestado». Pero en ese caso, según Maris, sirven para reír. Para reír o para llorar.

”Indiscutiblemente los expertos, los mercaderes de los cuentos económicos, tienen la función de exorcizar el futuro. En un mundo sin religión, tienen la misma función que los gurúes y líderes de sectas; y más de uno combina ambos negocios. Desempeñan también el rol de hechiceros, chamanes, brujos de las tribus indias que hablan sin cesar para evitar que el cielo caiga sobre sus cabezas. Son los inagotables narradores de sociedades irracionales, crédulas, analfabetas de escritura pero no de cultura, que son sin duda más serenas que las nuestras” decía Bernard Maris.

 

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