JUEVES, 28 DE NOV

Temblor político en el macrismo

El presidente de la Cámara de Diputados, Emilio Monzó, festejó el primer año de Cambiemos en el poder de una manera extraña: pronosticando la muerte de Cambiemos.

 

Fue este domingo en Perfil. Dijo: “No sé si Cambiemos es lo que va a perdurar. El espacio de Cambiemos se consolida como espacio de gestión pero no como espacio político”. Monzó es nada menos que el número tres en la sucesión presidencial.

Monzó es un armador talentoso y un tipo difícil, calentón y áspero como una lija. Empezó en la Ucedé y siguió en el peronismo. Fue intendente en su pueblo de Carlos Tejedor, diputado kirchnerista, funcionario con Randazzo que era y que es su amigo y ministro de Scioli que era su amigo y que ya no lo es. Apoyó a De Narváez y en 2010 se sumó al PRO, al que le pidieron afiliarse como prueba de fe. Nunca se afilió.

Hace tiempo que está peleado con María Eugenia Vidal a la que ayudó a ganar en la Provincia y la que después de ganar le cerró con candados las puertas de la Provincia. Hasta un par de semanas atrás cuando le ofreció espacios en el gabinete. Monzó no lo aceptó.

Antes del reportaje en Perfil, Monzó fue al programa de Fantino donde dijo cosas bastante similares. Pasaron desapercibidas. No para Vidal quien confesó que no quiso ver el reportaje para “no amargarme”.

Más tiempo lleva Monzó peleado con el jefe de Gabinete Marcos Peña y con Durán Barba, el gurú del partido. “Nosotros hacemos política, los otros hacen marketing”, dice para explicar las diferencias. No hace falta explicar que Peña y Durán Barba son los apóstoles de la militancia digital y los mayores críticos de la política de militantes.

Creen que la gestión la resuelven los técnicos y la política la resuelve la comunicación por las redes. Afuera todos los demás.

A fin de octubre Peña aconsejó a Macri volver a timbrear y de nuevo chocaron los planetas. Dijo entonces Monzó: “Cuando éramos oposición estaba bien el timbreo. Pero ahora la gente quiere que le demos soluciones. Si seguimos así, en vez de timbreo vamos a hacer ring raje”.

Monzó cometió otro sincericidio aunque trajo aire fresco a una política que suele ser propiedad de especuladores y aduladones. Sobre Macri dijo: “No quiero ser hipócrita para estar bien con él”. Ayer lo llamó medio país para felicitarlo. Lo llamaron pocos del PRO. Y los pocos que lo llamaron del PRO, casi todos para criticarlo.

Lo critican porque en el fondo le pega a Macri. Pero muchos comparten bastante las cosas que dice. Como que “Durán Barba es vanidoso y tiene muy poca idea y casi nada de la realidad de la política territorial en la Argentina”. Aún así importa más lo que dijo sobre qué necesita el Gobierno para garantizar la estabilidad y ganar las próximas elecciones.

Monzó propone incorporar líderes peronistas. No es una discusión menor. ¿Están los radicales y Elisa Carrió dispuestos a una apertura semejante? Y tanto o más importante: ¿Cuántos peronistas de peso están dispuesto a entrar en Cambiemos? Si no los hay, es una discusión sin sentido.

Es fácil suponer que Monzó movió el avispero para producir cambios en el rumbo de Cambiemos y difícil suponer que la forma que eligió sea la mejor. Fue demasiado lejos y al que metió en problemas es a Macri.

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