MIéRCOLES, 27 DE NOV

Terapias de tercera generación: una alternativa para mejorar la calidad de vida

Sensibles al contexto y a las funciones de los fenómenos psicológicos, enfatiza en el uso de estrategias de cambio basadas en la experiencia con el fin de mejorar la calidad de vida. El psicólogo Gustavo Alsina dialogó con Conclusión para explicar de qué se trata.

Por Alejandra Ojeda Garnero

¿Qué son las terapias de tercera generación? ¿Qué beneficios tienen para la vida de las personas? ¿Qué aportan? ¿Cuál es el enfoque de estas nuevas terapias? ¿Cómo se llevan a la práctica?

Para responder a estos interrogantes, Conclusión dialogó con el psicólogo Gustavo Alsina, quien asegura que la vida en estos tiempo te lleva a un estado de ansiedad constante, debido a un pensamiento pendular que lleva del pasado al futuro, sin detenerse en el presente y en consecuencia no se puede disfrutar de los momentos más simples y placenteros de la vida.

Para introducirnos en el tema, el psicólogo Gustavo Alsina cuenta que “las terapias de tercera generación son una continuación, una actualización de la terapia cognitiva conductual. Esta es una de las grandes ramas que se fue gestando a partir de los años 60 con Albert Ellis y Aaron Beck. Ellos empezaron a ver cómo funcionaba la mente como un procesador de información, justo en la época de la aparición de las computadoras”.

Así, los psicólogos de aquella época empezaron a ver que “la mente también podía funcionar de esa manera, que también tenía un funcionamiento donde la emoción, los sentimientos podían estar dados a partir de cómo un estímulo procesaba esa información en la mente de determinadas personas”,  es decir aquellos profesionales decían “que la situación en sí misma no era lo que causaba el malestar en la persona sino que cada persona interpreta según su historia de vida y su según su forma de procesar la información interpreta la situación personal de una manera distinta”.

Para explicar estos procesos, “tomaban también grandes aforismos de pensadores de la antigüedad como Epicteto quien aseguraba que no importaba la situación sino cómo esa situación era interpretada por nosotros”. A partir de allí se desarrolló la terapia alternativa conductual, muy usada en todo el mundo, pero observaron que en realidad había cosas para las cuales no funcionaba muy bien, aunque había otros trastornos que no conseguían resolver completamente.

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En consecuencia y en la búsqueda de soluciones para estos problemas que la terapia cognitiva conductual no encontraba respuestas, “los mismos pensadores fueron actualizando con todos los avances que surgieron en las neurociencias y neuroimágenes”.

A partir de estos nuevos elementos que brindaron los avances científicos “observaron que reacción se podía dar cuando nosotros queríamos tratar de controlar un pensamiento”, y en este punto “ocurría una cuestión paradójica de fijar, fortalecer y engrandecer ese pensamiento”.

Así descubrieron que “no solamente ocurría que no podíamos sacarlo de la mente, sino que estábamos ayudando a que se agrande, que se fortalezca y que se fije”.

Una vez descubierto el mecanismo, “pensaron otra manera posible de trabajar y sumaron otras alternativas como las terapias cognitivas americanas y técnicas de meditación orientales”.

A partir de allí, “se empieza a generar todo este bagaje de teorías que tiene que ver con la terapia de tercera generación que se centran en recuperar la importancia de la atención y la conciencia para centrarse en el tiempo presente”, explicó Alsina.

Entre algunas de las terapias de tercera generación que se utilizan, se pueden mencionar  el mindfulness,  la terapia de aceptación y compromiso, y  la terapia de la analítica funcional.

La terapia analítica funcional  “es una terapia que se utiliza  en parejas, la terapia de aceptación y compromiso tiene que ver justamente con los valores  y el mindfulness se enfoca en el presente, en dejar la vida pendular del pasado al futuro y disfrutar del aquí y ahora.

“Todas tienen que ver con la idea de que al pensamiento hay que tratar de no rechazarlo, de no sacarlo de la cabeza sino de observarlo cómo funciona, de no tenerle miedo”, explicó el profesional y agregó que estas teorías aseguran que  “cuando uno quiere rechazarlos sentimientos, las emociones negativas para uno, lo que se quiere hacer es una evitación experiencial, pero ¿qué pasa cuando me acostumbro me habitúo a esa experiencia? lo único que logro es fortalecerla”.

Para que se entienda el mecanismo, Alsina graficó con un ejemplo muy claro, el ejercicio de una puerta que “es como si yo estoy adentro y alguien quiere entrar por una puerta y yo por miedo no quiero que entre porque creo, por la historia que tengo, que va a ser alguien que me quiera hacer algo malo, que me va a molestar, que me va a perturbar, que eso es lo que siempre creemos de los pensamientos y las emociones negativas”.

Ante el acecho de este temor, ¿qué haríamos? Se pregunta el profesional, “automáticamente queremos cerrar la puerta y hacemos fuerza para que esa persona no entre, pero si hacemos eso estamos obligando a que esa persona haga más fuerza para entrar, y a la vez me obliga a mí a que siga haciendo fuerza para resistirme y al resistirme lo obligo a él a que haga más fuerza. Es una cuestión de física que no termina más y que lo único que logra es que yo, tratando de obstaculizar que el otro entre, o tratando de debilitar su fuerza, lo único que puedo lograr es fortalecerlo más y fijarlo más en el lugar para que el otro se posicione más para entrar”, ejemplificó.

Es como entrar en un círculo vicioso y “se va reforzando el miedo que uno tiene y a la vez se va reforzando está evitación experiencial”, con lo cual se llega a la conclusión que “el contexto principal que tiene esta terapia es poder entender, primero que a los pensamientos, los sentimientos y las emociones no hay que rechazarlos, no hay que evitar esa experiencia aunque nos parezca negativa. Porque también lo negativo tiene algo para enseñarnos, algo para dejarnos”, agregó Alsina.

A partir de definir el problema, el profesional aconseja que “yo tengo que poder ver qué me trae, que me viene  a decir esa experiencia, esas emociones o sentimientos. Porque en definitiva, puede no ser tan negativo”.

Por otra parte señala que en la mayoría de los casos, los pensamientos y emociones negativas finalmente no son tan malos como creemos y “casi siempre es así, porque siempre es más el miedo que le tenemos a algo, de lo que realmente puede suceder”.

Existen diferentes alternativas para distintas problemáticas, y “estas terapias funcionan muy bien para la terapia analítica funcional, se utiliza mucho para terapia de parejas. Específicamente la terapia de aceptación y compromiso que trabaja mucho con los valores”, Por ejemplo para aquellas personas que no le encuentran sentido a la vida, para alguien que está deprimido y que no sabe cómo salir de eso, también se usa mucho el mindfulness”.

Pero ¿qué es el mindfulness? “La mente nos juega permanentemente un juego pendular”, los pensamientos se mueven como un péndulo que nos lleva permanentemente del pasado al futuro y no nos permite vivir en el presente”. Mindfulness  significa “conciencia plena, trata de ver cómo somos culturalmente, socialmente. Mentalmente estamos habituados a tener este sistema pendular de la mente, donde vivimos permanentemente en el pasado, en el futuro y no en el presente”, explicó el especialista.

abrir-la-mente“Lo que hace el mindfulness es tratar de acomodar, de habituar la mente para qué ese péndulo, en vez de ser tan oscilante, oscile cada vez menos”.

No se trata de abandonarlo permanentemente, sino que tengamos claro que nos vamos a mover, vamos a ir a pensamientos del pasado, del futuro pero que sea mucho menor es esa oscilación y en consecuencia que pueda estar mucho más en los momentos presentes, lo cual mejoraría muchísimo la calidad de vida”.

Estas terapias apuntan a mejorar la calidad de vida y aseguran que desde estas técnicas sencillas se puede mejorar porque “esto de no estar en el presente y estar siempre en el futuro pensando en lo que me pasó ayer o pensando lo que tengo que hacer mañana o lo que me va a pasar, es un gran ansiógeno. Este sistema pendular de la mente que me tiene todo el tiempo en el pasado y en el futuro es un creador de ansiedad y lo bueno que tiene esta terapia es que además de poder lograr focalizar en el presente, lo hace de una forma muy fácil porque no necesita de un tiempo extra, se puede practicar en las tareas cotidianas, con actividades sencillas y en la vida, esa es la mejor manera que se pueda grabar en lo práctico de la persona.

Alsina ejemplifica, cómo se puede lograr aplicar ésta terapia mientras la persona se está duchando, y  “automáticamente mientras se baña está pensando en otra cosa, adónde me tengo que ir, que tengo que hacer, de dónde vengo. Si uno quiere practicar el mindfulness lo que puede hacer es empezar a tomar contacto con los sentidos es decir cuando ingresa a la ducha va preparando el agua, empieza a escuchar el sonido del agua cayendo sobre el piso, un sonido que nunca escuchamos, pero si se empieza a tener esa percepción ese sonido le empieza a encontrar algo distinto, nuevo. También se puede ejercitar el tacto en las distintas partes del cuerpo dejar caer el agua sobre la cabeza y demás. Sentir esa sensación provoca que la mente esté solamente en eso. También lo podemos utilizar cuando estamos almorzando, porque generalmente no estoy allí, estoy pensando en otra cosa. Sentir el ruido cuando corto la carne, cuando lo ingreso la comida en la boca, al masticar, saborearlo. Esto haría a partir de estos ejercicios que yo esté en un estado más tranquilo y estar mucho más consciente en el presente”, aconsejó.

Además estas terapias evitarían inclusive muchos trastornos de alimentación, “porque cuando como pensando en una angustia que tuve en el pasado o con una ansiedad que tengo en el futuro, obviamente voy a comer de más, no voy a comer tranquilo, mi metabolización va a ser distinta. Esta terapia influye en muchos factores cotidianos y puede aplicarse en ejercicios cotidianos de cualquier tipo, como “en la crianza de los hijos, porque a veces la vida cotidiana nos aturde y sería bueno que compartamos con nuestros hijos esos momentos sin estar pensando en otra cosa, además mejora la calidad de vida”

Gustavo Alsina – Lic. En Psicología. Ex docente de la UCAL. Mat. 6324

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