Misión Puente: uniendo caminos para globalizar ayuda y bondad
La organización brinda asesoramiento y apoyo a religiosos o laicos que desean realizar una experiencia misionera o de voluntariado internacional o local. Conclusión dialogó con el rosarino Marcelo Ciavatti.
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- May 21, 2016
Por Federico Vega
Misión Puente es un proyecto que busca «globalizar el bien» y surgió a partir de la experiencia de un grupo de personas que estuvieron en África. Marcelo Ciavatti, un religioso rosarino que vivió más de 20 años en Angola, le contó a Conclusión la tarea que realizan a diario.
«Nuestra misión es servir de puente entre comunidades donde surgen misioneros y voluntarios con otras donde los están esperando. Para eso ofrecemos servicios de formación, información y asesoramiento sobre visas, vacunas y también sobre comunidades, destinos que los puedan recibir y sostener. Trabajamos con un corazón y una mentalidad abierta, con todo hombre de buena voluntad que quiera hacer el bien. Lógicamente si uno es recibido por una comunidad cristiana, la primer norma de educación es respetar lo que uno encuentra» puntualizó Ciavatti.
Misión Puente fue nombrada por el arzobispado de San Nicolás como Asociación Privada de Fieles con el objetivo de apoyar la misión «ad gentes» (*) y también el voluntariado internacional. Su sede se encuentra en la diócesis de San Nicolás de los Arroyos.
La organización se define como una comunidad de misioneros laicos, sacerdotes y religiosos/as, que inspirados en la urgencia del mandato de Jesús, y habiendo experimentado la alegría de la misión, siente la llamada de apoyar a los misioneros y voluntarios laicos que desean servir a la Iglesia y a la sociedad. Trabaja para ser una herramienta para que muchos puedan realizar la misión a la que se sienten llamados poniendo al servicio sus dones, ofreciéndoles: asesoramiento, formación, destinos de misión, apoyo logístico, gestión de la documentación y sostén en la reinserción.
—¿Cómo surge la idea de Misión Puente?
—Nos sucedía a veces dentro de la iglesia que mucha gente va a un África ONG porque no existía un espacio que organice, que asesore sobre la posibilidad de viajar a otra parte del mundo para misionar. Ante esa necesidad nos organizamos con otras personas que estuvieron en África y ofrecimos un itinerario formativo, abierto no sólo a religiosos sino también a toda persona que quiera hacer el bien. Desde Misión Puente brindamos sobre todo un itinerario formativo, tenemos contacto con las embajadas para solucionar temas de visa, de documentos y también asesoramos sobre temas sanitarios, vacunas necesarias y desde luego destinos de misión. La conciencia de que el mundo es una gran familia. Formar parte de la misma nos interpela a responder con urgencia allí donde nuestros semejantes sufren en el cuerpo o en el espíritu.
—¿En qué consiste la instancia formativa?
—En lo que se refiere a la formación trabajamos cuatro temas que nos resultan esenciales: uno es la cultura, considerada como todo el medio donde uno a nacido, donde se ha formado, donde ha aprendido a responder a la naturaleza, ha aprendido a relacionarse con los otros, ha aprendido a tener nociones de la historia , de las cosas.
Esto es importante porque no existe un encuentro con personas neutras, y ese hombre que va a misionar, lleva su mochila y el que lo recibe también tiene la suya. Lo que esperamos es poder ayudar a que ese encuentro sea lo menos traumático posible, y lo más participativo, rico, creativo que se pueda. Esperamos que sea de intercambio, con la escucha atenta, con el respeto, con el poder sorprenderse frente a la manera con que el otro responde a la naturaleza, como se alimenta, como educa a sus hijos, como ha respondido a los desastres a las enfermedades.
Otro punto son las motivaciones, a los cristianos y católicos nos impulsa el amor a Jesús y nos sentimos convocados a una misión, para nosotros está ardiendo el cielo para que cada uno haga su misión, transforme su espacio, mejore su lugar, el Papa Francisco dice ‘hagan lío’ y tiene que ver con esto. Que cada hombre pueda ser significativo donde está y ofrezca su don para la humanidad. Por eso consideramos que un filántropo que quiere hacer el bien a la humanidad, un militante que quiere transformar la sociedad para que sea más justa o un ecologista que ama el medioambiente, todos ellos son hombres y mujeres que tienen corazón universal, por lo que nos podemos unir para hacer el bien porque estamos en el mismo camino aunque no sean creyentes. Y las comunidades cristianas que los reciben dan su contribución, allí se convive y se comparte. Se encuentran curas, monjas, casados, solteros, profesionales, familias, universitarios y jubilados que ofrecen el don que tienen. La globalización y la información nos han hecho darnos cuenta que el mundo es la casa de todos. Entonces cuando alguien ve a otro que sufre en cualquier parte del mundo piensa como puedo hacer para ofrecer un año o dos de mi vida para ayudar al prójimo. Uno puede sentir que es en África o Asia, o en el interior del país donde lo necesitan y no se encuentra en las estructuras de la iglesia o gubernamentales la manera de poder canalizarlo, hay muchos argentinos que quieren servir a la sociedad y faltan las herramientas que lo faciliten. La experiencia es tan movilizante que los que vuelven lo hacen renovados, transformados por ese intercambio y aprenden lecciones que no se olvidan jamás.
Por eso trabajamos las motivaciones, porque es importante darse cuenta por qué vamos, por qué hacemos el bien. Entonces a ese impulso, a esas motivaciones esperamos purificarlas porque si lo hacemos es por amor al otro, en la gratuidad, con un tiempo significativo de nuestra vida, por ejemplo 6 meses 1 año o 2, no es un fin de semana, no de mala gana, no escapando de una realidad que no nos satisface.
En este aspecto es importante tener presente la dimensión del dolor, de la cruz decimos los cristianos, porque cuando a veces el otro no responde tal como quisiéramos podemos sentir que servir al otro no es lo esperábamos.
Hablamos también de la caducidad de la vida cambiar una sociedad no se hace en unos años, se necesita de varias generaciones. Por ahí uno quiere transformar una sociedad rápidamente y se olvida de la dimensión educativa, lenta, generacional que debemos comprender para no sentir que se fracasa. El que se cansa no puede ser un educador, un político, no puede atender con paciencia a las plantas y los animales que requieren otros tiempos que no son el de la maquina y la producción es el tiempo de la vida. Siempre hay una dimensión dolorosa del que quiere cuidar la vida sea planta, animal, un hombre, una sociedad.
«Otra dimensión es la comunidad; nadie puede hacer algo bueno sólo. El que va a hacer el bien a otra tierra, va por un tiempo, y después vuelve si no hubiese una comunidad que va a regar la semilla que sembramos ¿cómo crece la planta?, y cuando uno llega es amado y recibido, así el amor que otros sembraron llega a vos. Para formar comunidad se necesita que el yo se disminuya, se haga chiquito y pueda entrar el nosotros», comentó Ciavatti.
«La comunidad es un ejercicio, como el matrimonio o cuando vienen los hijos. Se aprende como escuchar, como consensuar con otro con sus dolores, con sus cruces, sus errores, sus pecados, sus tendencias, sus fragilidades y hay que aprender a sentir que los que están allí son tu familia, quererlos, soportarlos, sobrellevarlos, corregirse mutuamente y caminar siempre para adelante», resume.
«Por último la dimensión antropólogica, trabajamos en una reflexión sobre el hombre y la mujer que es muy necesaria. Todos tenemos una visión de sí mismo y de los otros, y conforme a eso uno actúa y se comporta. Un voluntario o un misionero tiene que hacer una reflexión sobre qué ser humano es y qué hombre va a encontrar. Cuando alguien trabaja y se sacrifica ofreciendo su profesión debe preguntarse adonde quiere llevar a ese ser humano, que le quiere enseñar, que es lo que quiere trasmitir, que modelo de salud o convivencia. A los cristianos Jesús nos propone la construcción de un hombre completo, una unidad espiritual, biológica, psicológica, corporal, ecológica, ese es el hombre que debemos cuidar, si nos ocupamos de sólo una parte, si falta algunas de las dimensiones creamos un monstruo o alguien deforme. No es sólo como voy a comportarme en otra tierra sino cómo me comporto hoy con los bienes, con el dinero, con mi sexualidad, con mi profesión, con los otros, que ciudadano o cristiano soy. Quién sos, para dónde vas, que ideales tenés, cuál es tu código de conducta pero no solamente como te vas a comportar allá sino como lo haces ahora porque donde vas llevas tu manera de vivir, tu mochila», comentó el religioso rosarino.
(*) Ad Gentes Divinitus es uno de los 16 documentos y uno de los 9 decretos resultantes del Concilio Vaticano II, sobre la actividad misionera de la Iglesia, donde, según, el mismo documento, expone que «desea delinear los principios de la actividad misional y reunir las fuerzas de todos los fieles para que el Pueblo de Dios, caminando por la estrecha senda de la cruz, difunda por todas partes el reino de Cristo. El decreto contiene la afirmación de que la misión de la Iglesia pertenece a todos y no solo a las organizaciones religiosas»
Leer también: La experiencia misionera de Marcelo Ciavatti en África
Contacto para interesados:
Marcelo Ciavatti: Tel: 0341-155824067.
Correo electrónico: misionpuenteadgentes@gmail.com
marcelociavatti@hotmail.com o marcelociavatti@gmail.com