MARTES, 26 DE NOV

El Efecto: Evelina Sanzo, explorando músicas para terminar siempre emocionando

Voz principal de la Orquesta Escuela de Tango y otras agrupaciones, nominada a los Gardel por su primer disco solista, la artista se presentará este sábado 16 de noviembre en Pasaje Pan (Córdoba 958) en el marco del Festival Late. "El canto es una herramienta de autoconocimiento", detalla en el podcast de Conclusión, El Efecto.

 

¿Qué canta Evelina Sanzo? Puede ser jazz, blues, rock, tango, cumbia o pop. Su música no tiene etiquetas ni encasillamientos. Pero el  denominador común es su capacidad de conmover hasta lo más profundo con cada sonido de su voz. Participó en diferentes agrupaciones, en un reality, en una orquesta de tango, se fue, volvió y sigue cantando. Este sábado 16 de noviembre a las 20 horas se vuelve a presentar junto al pianista Pablo Juárez en el marco del Late Festival en Pasaje Pan (Córdoba 958, Rosario).

“Siempre canté para mí, para curarme y resolver cosas. Cuando saqué ‘Curandera’ (2014) era investigar cómo era mi música, cómo quiero que suene”, confiesa. A su primer disco, nominado a los Premios Gardel, le siguieron Tabú (2018) y Magnética (2020).

A sus 18 años llegó a presentarse en auditorios como el Luna Park o el Gran Rex de la mano de Operación Triunfo, donde llegó a las últimas instancias. “Se lo recomendaría a cualquiera. Salía a la calle y la gente me conocía, no lo podía creer. Pero hoy no lo volvería a hacer”, recuerda sobre la experiencia en aquel exitoso programa. Allí era Evelyn, pero cuando empezó a hacer sus canciones mutó a Evelina.

“Canto desde hace 30 años, empecé en un coro, también tocaba el piano… abordé muchos géneros. Aprendí mucho de mis estudiantes, pero lo que más me ayudó es hacer mis canciones porque sentí que no tenía que copiarle a nadie”, analiza el devenir de su instrumento Sanzo en el podcast El Efecto de Conclusión. “El canto es una herramienta de autoconocimiento”, suelta el concepto como hablando de algo que sigue investigando.

Evelina experimenta, se divierte en la música y continúa aprendiendo. Imposible descifrarla, le da brillo al pop, hace suyo el soul, cuando canta tango, el tango renace, y ahora quiere meterse en el trap, solamente para jugar. A veces también grita como en Tabú, un canto a la diversidad. “Me gustan todos los géneros”, esboza simplemente.

En 2012, a través de una audición, ingresó como voz principal de la Orquesta Escuela de Tango. “Me gusta el tango porque soy muy dramática. Sabía que a mi abuela le gustaba, no la conocí, pero así sentía que conectaba con ella”, expresa sobre qué la atrajo del género, un ritmo históricamente apropiado por los hombres, pero en el que “hoy en día hay muchas diversidades”.

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Más tarde, a Fito Páez le bastó con escuchar dos versos de una versión colectiva de Dar es Dar para una campaña del Cudaio para convocarla a cantar con él en Córdoba en 2018: “Cuando me avisaron no lo podía creer, me puse nerviosa”, cuenta con modestia. En estos años, a su vez, se dio el gusto de abrir shows de Diego El Cigala, Vicentico, Lisandro Aristimuño y Eruca Sativa.

La militancia feminista está presente en su obra, esa lucha que le trajo problemas al cambiar la letra del himno al cometer la afrenta de animarse a visibilizar a la mujer en el símbolo de la patria: “Fue tremendo el hate que recibí, la violencia digital. Para mí era natural decir las y los libres. No pensé que iba a generar esa reacción. Me llamó hasta la producción de Chiche Gelblung”, cuenta hoy riéndose. Pero resuelve: “Nadie se merece tanto odio, en este momento no lo haría”.

El compromiso por la paridad de género en los escenarios se materializó en la serie de conciertos Agitadoras en el Anfi, donde -se regocija- “lo que sucede en el detrás de escena es hermoso, estoy enamorada de ese ciclo”. “Entre los artistas hay una red, sentimos que estamos tomados de la mano para ayudarnos”, completa.

Durante algunos meses soltó esa red para llevar su canto a países tan lejanos como Bahrein, India o Turquía, sociedades donde los derechos de las mujeres se ven restringidos. Allí, recuerda que cantaba tres sets de 45 minutos por noche. Entonces, -paradójicamente- en lugares donde la mujer no tiene voz, la suya se volvió más poderosa. “Aprendí a valorar cosas que tenemos acá, como la ley de identidad de género o de interrupción voluntaria del embarazo, ahí no hay posibilidades ni de discutirlo. Extrañé, pero aprendí mucho”, rememora.

“Cada vez que se va un alumne de mi casa me dice ‘me voy re contenta’. La música hace bien, nos hace felices, eso es lo que quiero transmitir”, cierra la entrevista.

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