MARTES, 26 DE NOV

El Efecto: Madres que se Plantan, mujeres que luchan contra el sistema por sus hijos

Son madres de niños con diferentes condiciones que comenzaron a tratarlos con aceite de cannabis. “Se nos presentó esta situación y encontramos en algo ilegal una mejoría, así que iba a hacer todo lo que estuviera a mi alcance”, cuenta Fernanda en el podcast de Conclusión El Efecto.

Por Guido Brunet

Comenzaron en 2017, primero por separado hasta que comenzaron a juntarse. Son madres de niños con diferentes condiciones de salud, que descubrieron que el aceite de cannabis mejoraba la calidad de vida de sus hijos. Como en un principio estaban fuera de la ley, hasta contaban con una logística familiar en el caso de que llegaran a ir presas.

Desde el nacimiento de sus hijos probaron con diferentes terapias, pero ninguna daba resultado. Hasta que se toparon, por comentarios que comenzaban a resonar en las salas de espera, con el aceite de cannabis. Así, comenzaron a investigar y a encontrarse con otras madres que atravesaban una situación similar. El camino fue ríspido y “lleno de prejuicios”, según cuentan. Pero se fueron haciendo paso a base de amor y lucha.

 

Siete años después, mucha agua pasó por debajo del puente. Actualmente existe el Reprocann, un permiso para plantar cannabis con fines terapéuticos. Y hoy Madres que se Plantan ya fabrica su propio aceite de cannabis, lo que les permitirá un mayor acceso a las familias que necesitan el producto.

Ilegal

“En aquel momento era drogar a nuestros niños. Le estábamos dando aceite de cannabis, de una planta que estaba prohibida. Fue todo un desafío tomar la decisión”, cuenta Fernanda Massin. Su hijo tiene una compleja patología que incluye cuadriplejia espástica, parálisis cerebral y síndrome epiléptico. “Cuando llegó Juanse a nuestras vidas fue toda una revolución porque llegaba de una manera diferente”, recuerda. Sin embargo, gracias al aceite comenzó a dormir, comer y otras actividades que para él eran desconocidas. “Pudo conectarse con nosotros, fue un descubrir de mucha alegría”, resume Fernanda.

Yo veía que a mi hijo le estaba dando calidad de vida. Entonces iba a hacer todo lo que estuviera a mi alcance”, refuerza la mujer, y aclara: “Hablamos de niños porque nuestra lucha viene por ese lugar, pero hay adultos con diferentes patologías a los que les sirve también”.

Al principio no sabían plantar ni nada que tuviera que ver con la marihuana. “Había que salir a buscar cannabis, marihuana. Estaba todo en una clandestinidad absoluta. Preguntar donde se podría comprar era como mala palabra”, dice Carina Prieto, cuyo hijo fue diagnosticado con autismo. “Cuando conseguí el gotero vi que bajó su ansiedad”.

La información que nos llegaba era que nos iban a meter presas. Era vivir asustadas, pero había que plantar porque no había otra opción. Nuestro delito en la vida es tener niños especiales. Porque tuvimos que judicializarnos para tener el permiso para plantar. Las leyes siempre van atrás de las necesidades”.

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En un primer momento, cada una plantaba por su lado, luego comenzaron a encontrarse en lugares donde había cultivadores solidarios que acercaban los aceites. El círculo era pequeño, pero sabían que debían tener algún amparo legal para no seguir expuestas ante la justicia. Por eso plantearon un habeas corpus para indicar que en sus domicilios se plantaba cannabis. Fueron a avisar, no a pedir permiso. Porque cualquiera sea la respuesta, lo iban a seguir haciendo. “Aparece algo que le baja la ansiedad, empezás a ver una mirada, sale una palabra, es inevitable que lo siguiéramos haciendo”, afirma Carina.

 

Idas y vueltas

Hasta que en 2021 un nuevo fallo dictaminó que no podrían seguir plantando, ya que presuntamente no había ningún tipo de evidencias de la mejoría de los niños. Aunque ellas enfatizan que las pruebas estaban en los avances de los chicos, además de que la Facultad de Bioquímica testeaba los aceites.

En medio de esa situación presentaron un recurso de amparo, de esta manera la justicia decidió volver atrás y que la cuestión de fondo debería ser resuelta por la Corte Suprema. Pero “el tema quedó ahí”, esbozan. A su vez, deben combatir contra la gran dificultad que tienen para poder conseguir la medicación por obra social o prepaga.

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Para Carina su vida un cien por cien. Es que cuando le dieron el primer diagnóstico de Juan fue “un baldazo de agua fría” que dio comienzo a una “maternidad caótica” que la llevó de médico en médico. Incluso confiesa haberse sentido una “acompañante terapéutica”, pero a partir del aceite “terminé de sentirme mamá porque es muy difícil cuidar a un nene con esa condición”.

“Mi manera de ser mamá mutó tres veces: cuando nació, cuando le dieron el diagnóstico y cuando descubrí el aceite”. Y el cambio fue radical, ya que gracias a esa medicina, a los seis años su hijo finalmente le pudo decir mamá o te quiero.

“Nuestros hijos llegaron no desde un ideal pensado. Pero a través del cannabis conseguimos que tengan mejor calidad de vida, y también nos enseñaron a luchar. Se nos presentó esta situación y encontramos en algo ilegal una mejoría. Y lo queremos compartir”, cierra Fernanda.

 

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