SáBADO, 30 DE NOV

Apnea del sueño y obesidad, una combinación que jaquea el bienestar y acorta la vida

Si el paciente no respira por períodos más largos, aumenta el riesgo de un paro cardiorrespiratorio y una muerte súbita. Aquí radica uno de los riesgos asociados más importantes que presenta la obesidad y el síndrome de apnea obstructiva.

 

El «Día Mundial del Sueño» se celebra este viernes 15 de marzo en todo el mundo y es promovido por la entidad World Sleep Society (WCC). Tiene por objetivo poner de manifiesto la importancia del sueño en la salud y el bienestar de las personas. Están tomando medidas en sus comunidades locales, clínicas y países para crear conciencia sobre la salud del sueño. Asimismo, alertan sobre la apnea de sueño y Obesidad, una combinación que jaquea el bienestar y acorta la vida.

Las apneas obstructivas del sueño son una de los trastornos que atentan contra él y uno de los más frecuentes asociados a la obesidad. El Dr. Guillermo Muzio, Coordinador del Programa Red Bariátrica, explica sus consecuencias y cómo revertir el cuadro.

La obesidad es una epidemia mundial y eso hace también que cada vez haya más personas que sufren las apneas obstructivas del sueño (SAOS), uno de los trastornos del sueño más frecuentes. La apnea es una dificultad respiratoria mientras uno duerme. Eso significa que la persona deja de respirar por lapsos cortos o más prolongados. El resultado es una falta de oxigenación en el organismo que genera un desgaste en el área ventilatoria y provoca un descanso más superficial ya que el organismo está alerta y no se permite una relajación y un sueño más profundo.

Si bien no todos los casos de SAOS se dan en gente obesa, se estima que entre el 40 y el 90% de las personas con obesidad padecen las apnea de tipo obstructivo y que entre el 50 y el 70% de pacientes con SAOS presenta obesidad. Un estudio publicado en la revista The Lancet en 2019 sirve para entender el impacto de este trastorno en cantidad de afectados: alrededor de 1.361 millones de personas de entre 30 y 69 años en todo el mundo conviven con esta alteración del sueño (cerca de 936 millones son cuadros severos y 425 millones, moderados).

La relación de las apneas con la obesidad es de ida y vuelta. Por un lado, se ha demostrado que, a mayor índice de masa corporal, mayor gravedad de las SAOS. Por otro lado, menos horas de sueño predisponen para desarrollar obesidad y conspira contra la reducción de peso.

El cirujano Guillermo Muzio, de Red Bariátrica, explica que la obesidad, sobre todo la severa y la mórbida, acumula también tejido graso en el cuello provocando una protrusión o el aplastamiento de las vías aéreas superiores al momento de dormir, lo que obstruye el paso del aire. Además, esta adiposidad aumentada en todo el cuerpo produce una compresión torácica. “Las apneas conllevan complicaciones muy importantes.

De hecho, la combinación de la obesidad mórbida y apnea severa aumenta aún más el riesgo de sufrir una muerte súbita. En los casos así de graves, requiere la utilización de un pequeño aparato que se llama Cpap, una máscara que se pone sobre la nariz y se sujeta por detrás de la cabeza con unas tiras elásticas.

Es molesto, pero aun así los pacientes lo prefieren ya que les permite mejorar el sueño y hasta bajan de peso”, describe el médico especialista en Obesidad y Cirugía Bariátrica.

Para entender cómo es vivir con SAOS hay que pensar en gente que pasa del ronquido profundo al silencio, o sea, interrumpe su respiración. Son 10 segundos aproximadamente de falta de aire, en los que baja la saturación de oxígeno y puede derivar en un paro respiratorio seguido por un paro cardíaco. “Esto es muy grave y es una de las cosas que más nos interesa resolver cuando pensamos en una intervención bariátrica”, explica Muzio.

Más allá de esas consecuencias extremas, el SAOS se entromete y perjudica la vida cotidiana: la persona puede dormirse incluso cuando está prestando atención, mientras trabaja o mientras maneja un vehículo, por ejemplo. Como tiene un sueño superficial, su organismo entra en una situación de estrés por falta de una buena oxigenación y no logra llegar a niveles profundos de relajación muscular.

El descanso es muy pobre, por lo que comienza el día sintiendo que no durmió y queda vulnerable a lo que se denomina “hipersomnia diurna”, esto es, se queda dormida en cualquier momento y eso puede generar un daño para sí mismo o para terceros. Otras implicaciones son que lleva a convivir con un estado de somnolencia constante, empeora la lucidez, y se afecta el carácter, ya que aumenta la irascibilidad y la irritabilidad.

Según investigaciones médicas, la incidencia de SAOS se multiplica por 6 al incrementar el peso corporal un 10%. La buena noticia es que esa ecuación funciona en sentido inverso: bajar el 10% del peso corporal de una persona puede reducir hasta un 30% el índice de apnea.

 

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