Actividad paranormal: atormentan a los visitantes de un caserón en Brasil
Se trata del caserón de Afonso Sardinha, ubicado en el Parque Estadual do Jaraguá, en San Pablo, uno de los lugares del mundo que presenta más actividad paranormal.
- Religión y espiritualidad
- Ago 28, 2023
El Caserón de Afonso Sardinha, ubicado en el Parque Estadual do Jaraguá, en San Pablo, Brasil, es uno de los lugares del mundo que presenta más actividad paranormal.
Personas que han estado allí, especialmente quienes pasaron alguna noche cuando había sido transformado en un refugio estudiantil, sintieron manos que les tiraban del pelo y recorrían sus cuerpos.
También escucharon gente llorando y el sonido de cadenas siendo arrastradas por el suelo. Además podían ver objetos arrojados contra las paredes. Ruidos, gritos provenientes de todos los rincones de la casa. Y figuras humanas como sombras, recorriendo por las habitaciones.
Experiencias atemorizantes
Cuando el Caserón de Afonso Sardinha fue un albergue, los funcionarios admitieron que sucedían cosas paranormales en ciertas noches.
La mayoría desconocía la historia oculta del lugar. Pero los que la conocían, tuvieron que admitir el gran peso del pasado del Caserón, que incluía una antigua habitación para esclavos, donde sonaban ruidos de cadenas. Algunos visitantes hasta dijeron que habían sido abofeteados por manos invisibles. A algunos les arrancaban el cabello y a otros los pellizcaban severamente.
Los guardias de seguridad del parque manifestaron que a veces escuchaban pasos, como que venía una multitud de personas que cruzaban el césped, pero nunca vieron nada. Tenían la impresión de que estas personas estaban frente a ellos, pero no podían verlos. Sus perros también se mostraban muy agitados durante este tipo de demostraciones.
Otros guardias de seguridad llegaron a ver a un hombre que estaba observando la escena. Y le tendieron una emboscada para sorprenderlo, pero cuando rodearon a la sombra, desapareció, no había nadie.
Una noche, tres guardias de seguridad que patrullaban la propiedad, cuando era un museo, escucharon un fuerte ruido proveniente del interior. Un sonido como si un grupo de personas hubiera irrumpido y rompiera todo, parecía que había mucha gente y prefirieron llamar a la policía.
La policía llegó a los pocos minutos y al acercarse al museo escucharon los mismos ruidos que los guardias de seguridad. Pidieron por megáfono a estas personas que salieran una por una, pero nada.
Después de un tiempo sin respuesta, la policía entró al museo, y en ese momento, los ruidos cesaron abruptamente. Hubo un completo silencio, todo estaba en su lugar, nada estaba roto.
Finalmente concluyeron en su informe que habían presenciado una actividad paranormal inexplicable.
Estas manifestaciones paranormales no ocurren sólo en el que fue el caserón de Afonso Sardinha, sino también en los alrededores.
Los residentes locales explican que a medida que se acerca la noche y hasta las 2 a.m., los animales se ponen en un estado extraño, comienzan a gemir, gruñir y aullar.
Todos los que viven alrededor de esta casa tienen una historia que contar. Y también se han registrado accidentes inexplicables con trabajadores en la zona.
¿Qué pasó allí siglos antes?
Esa tierra había sido propiedad de Afonso Sardinha, un portugués que viajó a tierras brasileñas en la década de 1570. Se afincó ahí porque contenía riquezas y metales raros.
Sardinha construyó su hacienda en el lugar que servía de cementerio a los indígenas y depositaban ofrendas a sus dioses. Y decidió expulsarlos de su tierra para construir su hacienda para explotar el oro.
Durante 10 años hubo batalla tras batalla entre la gente de Sardinha y los indígenas, hasta que al final fueron exterminados y terminaron como materiales de construcción en las paredes de los edificios de Sardinha. Y se ganó la reputación de ser el mayor cazador de los pueblos indígenas.
Pero Afonso Sardinha no sólo explotó la tierra, fue el primero en comercializar seres humanos dentro de Brasil.
Trajo a la fuerza a miles de hombres y mujeres de Angola, a quienes vendió a la nueva élite, que había venido principalmente de Europa para establecerse en Brasil.
Sardinha se hizo inmensamente rico extrayendo oro del Pico do Jaraguá, tenía varias plantaciones, fábricas de mermelada, fue comerciante de harina, sal y azúcar. Pero de todos los negocios que dirigía, el más lucrativo con mucha diferencia, era el comercio de esclavos.
Tenía a su servicio ejércitos de bandeirantes, que perseguían a los esclavos que lograban escapar y vivían en campamentos llamados quilombos.
Y se deshacía de los esclavos cuando llegaban a los 25 o 30 años para los más robustos, porque juzgaba que ya no eran tan efectivos, por lo que los vendía a otras haciendas.
Y cuando no podía revender a un esclavo, pasaba a ser parte de la tierra batida destinada a la construcción de su residencia.
Había comenzado la construcción de su famosa hacienda, de 21 habitaciones, en 1580, y eligió el barro, pensando que la tierra batida resistiría mejor, sobre todo si le añadía huesos de animales.
En 1616 muere finalmente Afonso Sardinha y sus descendientes transformaron la hacienda en una finca cafetalera hasta 1929, cuando el precio del café se desplomó y la hacienda fue abandonada.
Luego de lo cual pasó por períodos de abandono y nuevos destinos, pero ninguno prosperó, y siempre volvió al abandono.
En 1994, la Unesco declaró Patrimonio de la Humanidad al Parque Jaraguá. Y como la casa de Sardinha estaba allí, quedó protegida por convenios internacionales y no puede ser demolida.
El caso del Caserón de Sardinha es típico de un lugar en que espíritus de los muertos quedaron atrapados donde ocurrió su muerte física.
Los exorcistas se han encontrado con casos de almas que no tienen los conocimientos necesarios o no reciben la ayuda esperada para ir al Purgatorio o a su morada definitiva.
El exorcista Padre Patrick dice que se ha encontrado con casos de muertos que están muy unidos a las cosas aquí en la Tierra. Y deambulan sin saber dónde están, pero sin irse, y son reportados como fantasmas.
El padre Fortea se ha encontrado también con lo que llama espíritus perdidos. Almas que no son ni demonios ni almas condenadas, al menos no condenadas aún. Y que buscan en medio de una gran tristeza y angustia, la luz y la paz, y a veces están enojados. Almas perdidas que rezan, cantan y alaban a Dios voluntariamente, sin necesidad de conjuros por parte del exorcista. Almas que murieron al parecer sin pedir perdón, pero sin rechazar ni odiar a Dios.
Y hay un caso similar al del caserón de Sardinha, el Triángulo de las Bermudas.
El psiquiatra Dr. Kenneth McAll, un anglicano carismático, llegó a la conclusión, por un viaje que realizó, que el área era frecuentada por naves con esclavos africanos, que ya sea por tormentas o para cobrar el seguro, tiraban por la borda a los esclavos en su viaje a América.
Y concluyó que las muertes y desapariciones del Triángulo de las Bermudas eran las consecuencias de demonios adheridos a ese territorio y responsables de las tragedias en la zona, y que dominaban a esas almas, por eso los quejidos y llantos que se oían en la zona.
Entonces organizó una oración masiva internacional, pidiendo a Jesús que liberara de demonios y a todas las víctimas de la trata de esclavos del “Triángulo de las Bermudas”.
Y aparentemente el problema se solucionó, porque ya no se oyen más fenómenos paranormales ni desapariciones en la zona.