SáBADO, 30 DE NOV

La Tradicional Jazz Band: “De Rosario al Museo del Jazz en Nueva Orleans”

Declarada “Banda Distinguida de la Ciudad”, con casi cuatro décadas de trayectoria, su líder y uno de sus fundadores, Bambi García, en diálogo con Conclusión, contó anécdotas, habló de la historia, del estilo y del recital del sábado 9 de septiembre en el cementerio El Salvador.

Por Juan Manuel Martellotto

Si hay una banda en Rosario que rescata las raíces del jazz en sus comienzos con la caracterización e instrumentos de la época, esa es la Tradicional Jazz Band. No es casual que haya sido seleccionada para la reinauguración del Museo Estévez y la reapertura de la casi centenaria tienda rosarina “La Favorita”, ambos lugares tan tradicionales de la ciudad, como la mismísima banda.

Si bien a lo largo de casi cuatro décadas han pasado más de 60 integrantes por el grupo, actualmente está conformado por Juan Ignacio Fermani en trompeta, Ricardo Marino en trombón, Claudio Lanzini en clarinete y saxo soprano, Lucas Vacchino en piano, Mario Puntarello en tuba, Bambi García en banjo y conducción del show, Guillermo Suar en percusión y Gabriel Alustiza en dirección musical.

Desde su formación en 1985, la banda ha tocado en forma ininterrumpida (a excepción de los dos años de pandemia), en salas de espectáculos, conciertos culturales y didácticos, eventos sociales y comerciales, programas de radio, shows televisivos, festivales nacionales e internacionales, difundiendo su música por todo el país y el mundo.

“Cuando empezaron a aparecer las banditas de jazz tradicional, yo no tenía prácticamente participación en esas agrupaciones. Era muy amigo sí de los que formaban grupos. Incluso a Jacinto Flores que fue el baterista de la banda nuestra durante toda su vida, yo ya lo conocía cuando él formaba parte de una banda muy prestigiosa que había en aquel momento: “Los Dixieland Stompers Jazz Band” y ellos “hacían capote” donde tocaban, y hacían jazz tradicional. Empezaba el auge de las primeras banditas de jazz tradicional. Esas banditas eran bastante desorganizadas. Tocaban en los bailes. Era la atención, era atractivo pero no tenían una organización armada realmente”, relata Bambi García, que toca el banjo y es el único de los fundadores de La Tradicional Jazz Band que sigue liderando actualmente la agrupación.

>>Te puede interesar: Liverbird: de Rosario a los emblemáticos estudios Abbey Road de Londres

El banjoísta, en diálogo con Conclusión, prosigue: “Yo viajaba mucho a Buenos Aires porque trabajaba con los canales de TV. O sea, si bien yo soy técnico químico, que lo ejercí poco tiempo, siempre hice fotografía publicitaria sobre todo volcada a las grandes producciones, o sea yo soy un tipo bastante notorio dentro de ese rubro y cuando salió la TV, agarré una filmadora y me hicieron corresponsal de Canal 7 de Buenos Aires. Me daban las notas del interior y además trabajaba mucho con las agencias de publicidad de acá, por lo que viajaba todas las semanas para armar los programas que iban a salir en Canal 7 producidos en Rosario. Eso hizo que fuera conociendo muchas personas vinculadas al jazz. Y después me empecé a llegar al Café Tortoni y allí me encontré con la incipiente Fenix Jazz Band e hice alguna amistad con ellos”.

Es menester destacar que La Tradicional Jazz Band tiene destinado un espacio en el Museo del jazz en Nueva Orleans (Estados Unidos) y como si fuera poco, fue declarada en 2012 “Banda Distinguida de Rosario” por el Concejo Municipal de la ciudad que representan con su música ante el mundo, como fiel exponente del género tradicional jazzístico.

Entre tantos logros significativos, la Tradicional Jazz Band llegó a tocar en uno de los teatros más importantes de la Capital Federal y de Argentina. Con respecto a ello, el líder de la banda dice: “Antes de viajar a Nueva Orleans, yo había tomado ya contacto con el Teatro General San Martín y lo fui a tocar al director del teatro de Buenos Aires, ellos hacían un ciclo que todavía lo hacen, que se llama jazzología y le dije que nosotros queríamos tocar en ese ciclo”. Y él me dijo ’que bueno, pero es el teatro general San Martín’, que estaba en Buenos Aires, y yo le dije ’perdón, el teatro San Martín es nacional, por lo tanto, a mí me corresponde un lugar acá adentro’. El tipo me dijo: ‘bueno, está bien, te voy a dar una fecha y me la dio’. Normalmente ese teatro juntaba 400 personas. Yo hice toda una campaña publicitaria en torno al general San Martín, por ejemplo, en todos los mingitorios de los baños de todos los bares, pegué calcomanías que decían Tradicional Jazz Band, tal día en el Teatro General San Martín. Yo lo conocía muy bien al terreno. En la esquina del teatro hay un café que tiene las salas de ensayo abajo. Ensayaban todas las bandas de jazz ahí”.

Bambi García continúa con el relato: “Hice un cartel que tendría, 1 metro 50 por 2 y medio y se lo atornillé a la puerta del teatro de calle corrientes”. El artista completa la historia: “El día que nosotros tocamos ahí tuvieron que habilitar dos salas porque se juntaron casi tres mil personas. ¡Ese teatro es enorme! Llegar hasta allá no era fácil. Nos habíamos comprado todos esmoquin porque no sólo la música hay que escucharla, también se ve. Compramos los esmoquins, en un local que vende ropa para mozos. Por lo tanto, los trajes, arriba del escenario lucen bárbaro. Vos te acercas y es una remera, pero arriba del escenario era otra cosa (risas)”.

– ¿Cómo se formó la banda, y que los motivó a crearla?

– Con el tiempo y por sugerencia de mi hijo me compré un banjo pero no para tocar porque no sabía, sino para colgarlo arriba de la chimenea de mi casa. Sí sabía tocar el piano. En un momento me vuelvo a reencontrar con el flaco Flores (que fue compañero mío de escuela), que me invitó a tocar en el Hot Club. Flores tocaba muy bien la tabla de lavar y la batería. En el Hot Club me encontré con unos cuantos amigos que querían formar un grupo de jazz tradicional y faltaba un banjo. Alguien se enteró que yo tenía un banjo y me dijo que lo llevara, así que prácticamente fue autodidacta lo mío. Y de ahí en adelante dijo que había que organizarnos en un grupito armado. Y junto con Alberto Manera y el ‘Flaco’ Flores creamos la Tradicional Jazz Band y le empezamos a dar rumbo a todo eso. O sea, ‘bueno, van a ser siete tipos, Alberto Manera va a hacer los arreglos, yo me voy a encargar de la parte de producción y de los contactos’, que siempre tuve bastante contacto con gente del jazz y demás. La cosa que al poco tiempo cuando nos dimos cuenta ya teníamos el moñito, el esmoquin, estábamos arriba del escenario tocando. Y en aquel momento yo tuve la posibilidad de hacer un viaje bastante grande casi dos meses que hice, me fui a Europa y después a Estados Unidos.

 

 

– ¿Que podés decir acerca del estilo que hacen y sus particularidades?

– Lo particular que tiene este estilo es que cuando empezaron a tocarlo, a finales del mil ochocientos, principios de mil novecientos, muy pocos músicos sabían música. Trataban de hablar a través de los instrumentos. Entonces empezaron a lograr sonidos que eran muy particulares y además al estilo que, si bien venía con alguna influencia del ragtime, que es el estilo típico de las películas de cowboys, también le incorporaron alguna forma musical para que sea más bailable el estilo porque Nueva Orleans era cuna de la droga, la prostitución, el juego. Era el lugar indicado en el mundo para el “Happening”.

– ¿Que significa para La Tradicional Jazz Band tener destinado un espacio en el Museo del Jazz de Nueva Orleans?

– Yo sabía que en Nueva Orleans había un museo, que por referencia traté de averiguar dónde quedaba. Me dieron la dirección y con la banda le escribimos una nota diciendo que habíamos formado un grupito de jazz tradicional acá en la punta del continente y que bla bla bla. ¡Y los tipos me contestaron! ¡Hace cuarenta años no había ni fax! Como yo iba a viajar hice una foto de todo el grupo Tradicional Jazz Band. La banda se la vendimos todos vestidos de negro, smoking y demás. La cosa que llego a Nueva Orleans y voy a visitar el museo. Yo había hecho una tarjetita que decía el nombre, pero que en la tarjetita era la misma foto que yo le había enviado, cosa que el tipo me identificara por la foto que yo le había mandado, quién era ¿te das cuenta? Resulta que voy para allá. Pregunto por el director, hablando inglés como podía, la cosa que hablo con el tipo y el tipo muy amable, me atiende. Y me dice que me iba a llevar a conocer un museo, la cosa que llego, no había mucha gente, o yo caí en un horario que no estaba habilitado. No sé cómo habrá sido, pero no había mucha gente y él dejó el escritorio y me llevó. Y recorrimos… me mostró las cosas más insólitas, la trompeta de Gillespie, trompeta que tiene desviada para arriba, la trompeta de Armstrong, los zapatos del zapateador americano. Resulta que el tipo me lleva a recorrer todo el museo y después entramos en una sala y me dice en inglès “and now this is your stage” que traducido es “este es su escenario”. Y había un stand de un grupo japonés. Allá estaba el grupo de los estudiantes holandeses que para los de jazz, el grupo de los estudiantes holandeses son emblemáticos porque realmente son un grupo estable. Fueron uno de los primeros grupos armados que había después de los que desaparecieron allá por el 30. Fueron los que siguieron. Tocaban muy bien y lo deben seguir haciendo porque es un ente oficial de los holandeses, y a la derecha estábamos nosotros. Una vitrina con la foto, la remera, los gorritos, los casettes. ¡Al tipo no sabía si decirle ustedes han pirado! (risas). Cuando vengo a la Argentina lo cuento y el resto de las bandas me agarraron para la joda. Después un integrante de la banda de Mar del Plata viaja a Nueva Orleans. Lo primero que hace es ir al museo y lo vio. Y a la vuelta escribe en la revista Todo Jazz que efectivamente lo vio, que era la revista que circulaba en ese momento y me acuerdo que en una charla que dio, dijo “Bambi tenía razón. Casi me caigo de espaldas ¿Qué hace este tipo acá?”

– ¿Me podés contar acerca de la tuba blanca que usa la banda para sus presentaciones? De qué material es y que singularidades tiene?

– La tuba se llama Margarita, realmente es un saxofón porque quien la hizo era Philip Sousa, que fue el que creó casi todas las marchas norteamericanas que nosotros vemos en las películas. Sousa lo creó porque las tubas mandaban el sonido para arriba. Eran sinfónicas. Los sonidos del teatro tenían la cámara. Pero no mandaban para los músicos. Entonces hizo que se creara esa tuba que la gente decía que parecía una flor. Por eso le pusieron Margarita. En Rosario no había y generalmente las bandas de Nueva Orleans tocan en la calle con las tubas Margaritas. Algunos tocan con la tuba vertical pero generalmente la tuba Margarita, que son viejas, del principio de siglo. Yo soñaba con tocar alguna vez con una tuba Margarita. Entonces justo alcanzamos a importar con una empresa de instrumentos musicales, que lo que menos le interesaba era una tuba Margarita, pudimos incorporar ese instrumento. La tuba Margarita es una mezcla de fibra de vidrio, de un plástico muy especial que la aliviana bastante, pero yo quería la tuba Margarita blanca que es un poco la típica que tocan ahora las bandas de jazz. Es la única de Rosario, las otras dos están en Funes en el liceo aeronáutico. Para los músicos tiene otro sonido. El otro, la tuba, la escuchas que te golpea y cambia totalmente.

– ¿Alguna anécdota que puedas contar de tantas que les ha tocado vivir?

– En State Island hay una casa que se llama Mandolin Brothers, que son mayoristas en instrumentos de cuerdas, como guitarras y banjos. Voy a esa casa especializada. Para colmo el banjo que tocamos nosotros, me refiero al estilo nuestro, es un banjo tenor, tiene cuatro cuerdas, no cinco como en el country. Normalmente no está en las casas de música porque el que más se toca es el banjo country y además los banjos tenor, se hacen como recuerdos a los que se retiran de grandes empresas, en especial de las petroleras de Estados Unidos, como acá cuando acá le regalan un facón de plata, o le hacen el mate. Allá le regalan el banjo, nada más que está con madre perla, diamante, oro, porque el tipo lo cuelga arriba de la chimenea como lo tenía yo. La cosa es que voy a comprar y ver qué había allí y dije ‘me tengo que traer un banjo sí o sí’. Me compré el banjo y vos sabes que con el tiempo me pedían una foto y yo le mandé una foto de 20×30 mía con el Banjo. Después un tipo que después me ayudó a hacer el banjo que me hicieron especialmente para mí en Estados Unidos fue a visitar esa casa y me dijo ‘vos sabés que te han puesto arriba de todo’. Había un panel lleno de fotos de banjoístas, de tipos capos en el mundo, pero la única foto en color y grande era la mía. Y mi amigo les dijo qué hace Bambi García acá. De pepe que sé que toca cuatro acordes. Y le replicaron: ‘Es un gran músico sudamericano’.

– ¿Como fue bien la historia del banjo con tu «nombre artístico»?

– Le escribimos a los de Steeling, que es una fábrica de banjos y el hobby del dueño es hacer banjos que lleva fabricándolos hace unos cuántos años. Son banjos muy costosos los que hace, pero con la mejor madera, el mejor material. Un amigo me hace el proyecto, me hace todo, cómo tenía que ser el banjo, qué condiciones tenía que tener. Dice: “Mira si nos dan bola, vamos a hacerlo así, vamos a pedirlo así. Ahora aguántatela cuando venga el precio”. Y me contesta la hermana del dueño de Steeling. En ese momento ya había salido el fax y era más fácil mandar por ahí. No obstante, nosotros le mandamos los planos bien armados. Me contesta que ellos están en condiciones de hacerlo, que iba a demorar ocho meses, que les parecía muy interesante el proyecto, que por eso lo iban hacer. Dicen: “Para hacerlo, nosotros tendríamos que empezar, que ustedes nos entregaran un dinero”. Yo le dije, ¿qué cantidad?  Dice: “4000 dólares”.  Se lo mandé y los tipos se pusieron a trabajar en eso. Había un festival acá en Rosario que nosotros hacíamos que se llamaba Festijazz y yo lo quería tener al banjo más o menos para esa fecha. Entonces empecé a apurarlos. Un día la chica me dice que habían probado el banjo, que sonaba muy bien, y que lo estaban terminando, estaban haciendo todos los trabajos de ebanistería y que ellos lo habían decorado pensando en mi nombre. Para ellos soy Bambi, no soy Jorge Raúl, como soy yo, no me conoce nadie como Jorge. Me pedían autorización si le podían poner “Bambi Special” al modelo de banjo. ¡Pero por favor sí! Me dijeron que les mande una autorización, y me preguntaron qué costaba la licencia del mismo. Yo lo llamo a Garzoni (el amigo que me había diseñado los planos) y le digo, che vos sabés que están embalados le digo informando… “pero si yo diseño de esos les hago 200, decile que se lo regalamos” me dice. Entonces le digo al dueño de Steeling, que el diseño no lo hice yo, que lo hizo otro amigo, pero me dice que lo pueden hacer. A lo que me contesta: “No no, para. A la embajada de los Estados Unidos nosotros mandamos un código, y ustedes tienen que ir. Firman de que nos autorizan a hacer ese modelo” y tuvimos que ir a firmar a la embajada. La cosa que le digo bueno que le debo y me dice: “no nos debe nada. Dada la atención que tuvieron ustedes con nosotros, ya con ese dinero que usted nos mandó está bien, pero eh, este banjo sale al mercado. Creo que me dijo 10.000 y pico de dólares sale puesto en el mercado, pero usted no va a pagar más nada porque ustedes realmente ya nos mandó. Con los 4000 dólares ya está”.

 

– ¿En qué marco se da la próxima presentación en el Cementerio El Salvador? ¿Tiene que ver con reeditar las ceremonias fúnebres de los negros fallecidos en Nueva Orleans, Estados Unidos?

– Eso fue un encuentro que yo tuve con Dante Taparelli (Secretario de Cultura de la Municipalidad de Rosario), que tuvimos un domingo a la mañana, en donde están los anticuarios, que él fue el creador. Y como él venía con las visitas al cementerio, a mí se me ocurrió ponerle un show a eso. Hacemos la música de algunos de los temas que se usan en los entierros de Nueva Orleans. Hay un tema que es muy clásico, que se llama “Un corto paseo junto a ti” porque se lo toca de la puerta del cementerio hasta la iglesia… más corto paseo no se puede hacer… (sonríe)… Si vos a analizas por qué se toca “Cuando los Santos vienen marchando”, es cuando el tipo entra al cementerio y ya se tocaron un par de temas, los Santos vienen marchando a buscarlo para llevarlo al final porque la creencia de los negros es que cuando mueren llegan a la verdadera libertad y es tanta la alegría que la viuda se pone a bailar en la puerta del cementerio, en la puerta de la Iglesia. Y todos los temas que se tocan después ahí adentro son todos temas pum para arriba, porque se lo recuerda al tipo en los mejores momentos que tuvo en su vida. ¿Te das cuenta? No se hace una ceremonia despidiente, no, él entró al reino de los cielos, hay que festejarlo. Entonces yo le sugerí esa idea, a Taparelli, le pareció muy bien e hicimos el primer intento. Y fue un éxito, la gente fue primero con la curiosidad de qué iba a pasar, entonces nosotros tenemos un texto en el cual le explicábamos que vamos a festejar la vida, vamos a festejar que pudimos tener la suerte de participar con ese ser con nosotros y recordar los mejores momentos. Si bien vamos a empezar con algunos temas lentos, unos blues que te estrujan el cuerpo. Y después ya empezamos a tocar los temas más picantes, digamos, la gente terminó bailando en la puerta del cementerio y tal es así que de las 500 sillas que pusimos habremos sumado 300. Así que lo volvemos a editar, incluso ahora hasta le van a agregar un carro de comidas.

La Tradicional Jazz Band se presentará en la explanada del cementerio El Salvador el jueves 2 de noviembre a partir de las 19 con entrada libre y gratuita.

 

Últimas Noticias